“Se vende finca rústica en Alella”, así decía un anuncio por palabras en La Vanguardia en 1991 y allí puso sus ojos Josep Maria Pujol-Busquets. Apenas una hectárea de terreno sin cultivar en las laderas de Serralada de Marina se convirtieron en el punto de partida de una epopeya familiar que hoy, en 2023, es el orgullo de la bodega Alta Alella.
Situada en la parte alta de Alella, lindando con Tiana, municipios a apenas 20 kilómetros al norte de Barcelona, la bodega domina un paisaje de media montaña que tiene el mar como telón de fondo.
Allí nos recibe Mireia Pujol-Busquets, directora adjunta de la bodega y miembro de la segunda generación de esta empresa familiar. Pionera en la elaboración de cavas ecológicos, cuyas largas y estilizadas botellas son hoy un referente fácilmente reconocible.
Un camino de más de tres décadas que, como la propia orografía de Alella, no ha sido fácil. Viñas plantadas en un terreno hasta entonces baldío, un incendio que arrasó la propiedad en 1994, sobrevivir a un vino de éxito —y saber soltarlo a tiempo para seguir creciendo— y, entre medias, coronar uno de sus cavas como el mejor de España o ser referentes en una vitivinicultura ecológica, hoy de moda, pero que en Alta Alella lleva impulsando a los Pujol-Busquets Guillén desde sus inicios.
"Se vende finca rústica"
Enólogo e Ingeniero agrónomo de profesión, Josep Maria —que trabajaba en bodegas como Parxet o Marqués de Monistrol— convenció a su padre y hermano en 1991 de comprar aquella solitaria hectárea de la finca Can Genís que vio anunciada en La Vanguardia. Sin embargo, pronto sería solo Josep Maria quien gestionaría la finca junto a Cristina Guillén, su esposa, que también está vinculada al mundo del vino con una tienda en Badalona, de donde son oriundos.
Hoy, Alta Alella supone 70 hectáreas de viñedo, entre los cuales destacan variedades como la pansa blanca (nombre que aquí recibe la xarel.lo) y la mataró (lo que en otras zonas se conoce como monastrell), además de la parellada y la macabeu pero también chardonnay, pequeñas pinceladas de syrah y pinot noir y otras variedades minoritarias y que rara vez se encuentran como la pansa rosada.
De cero empezó Alta Alella. Hubo que comprar injertos y distribuirlos por esta soleada ladera, parte de la cual es Parque Natural, creando una suerte de anfiteatro que mira al Mediterráneo. Sin embargo, un incendio estival en 1994 arrasó con su viñedo y con buena parte de la superficie boscosa de Alella. De la finca sólo se salvó una parcela—curiosamente, la única que estaba plantada de antemano— y la casa modernista donde vive la familia. Todo lo demás desapareció.
Sin caer en el desánimo, replantaron de nuevo todo el viñedo con la intención de adentrarse en el mundo del cava con un leit motiv: hacer vinos ecológicos. Hoy, a punto de agotar el primer cuarto de siglo XXI, hablar de ecología en el viñedo, de prácticas sostenibles y de eliminar sulfitos del vino es casi una obligación. Pensarlo y hacerlo en los años 90, en una España postCurroy con la resaca de los Juegos Olímpicos de Barcelona parecía una quimera. Compraron más terreno, hasta seis hectáreas y en 2001 comenzaron, por fin, a elaborar sus vinos.
Un siglo XXI con Suecia de por medio
Son ahora dos generaciones las que comparten desvelos y vendimias en Alta Alella. Con esas 70 hectáreas divididas entre los municipios de Alella y Tiana, la agricultura ecológica sigue siendo el motor de esta aventura familiar que ha crecido sin prisa, pero sin pausa. Casi a modo de ensayo y error, han tenido claro lo que querían y también lo que les podía lastrar.
Mirgin Guarda superior Reserva 2019
Siempre con la ecología entre ceja y ceja, la bodega comenzaría a crecer ya en el siglo XXI, pegando un doble pelotazo con uno de sus cavas. Hablamos de Privat, que consiguió un jugoso contrato en el monopolio estatal sueco.
En Suecia, todo el alcohol se distribuye a través de Systembolaget, un entramado comercial público que gestiona las compras e importaciones de cualquier bebida alcohólica. Alta Alella consiguió entrar allí con apenas 30.000 botellas de Privat.
Aus Pét-Nat Rosé 2022
Sin embargo, Suecia demandaba más cava del que podían producir de forma sostenible, pidiendo multiplicar por diez los envíos. Aquello era inviable para Alta Alella, que en 2017 vendería la marca al Grupo Perelada. Aquel impulso de capital supuso un plus para seguir desarrollando Alta Alella y su apuesta por la ecología, por la calidad y los vinos de larga guarda.
Vinos para durar y perdurar
Convertidos en cavas de referencia en España y en el mercado internacional, los designios de Alta Alella se han construido de manera paralela a referencias como Mirgin, Exeo o Laietá, tres de sus iconos espumosos, pero también de vinos tranquilos que reflejan el terroir granítico de la zona, el denominado sauló, que aporta mineralidad e intensidad a todos sus vinos.
Alta Alella, Mirgin Exeo Brut Nature 2015
Ejemplo de ello es Alta Alella 10, un gran reserva que elegido mejor cava de España en 2022, pero también lo que elaboran en Celler de les Aus, su proyecto de vinos naturales, elaborados a la manera ancestral y sin añadidos de sulfuroso, tanto en espumosos como en vinos tranquilos.
Cava Brut Nature Paraje Calificado Vallcirera 2018 Alta Alella Mirgin
Un proyecto que iniciaron en 2015 y al que suman otros méritos como tener el sello de Elaborador Integral de la DO Cava, que significa que todo el cava que elaboran se hace totalmente en su propiedad.
Alta Alella, Dolç Mataró 2019
También la obtención de la categoría de Paraje Calificado para su viñedo Vallcirera, en la élite de la DO Cava, que premia a las mejores parcelas. Junto a ello, siempre con la ecología por bandera, el mundo de los vinos tranquilos con etiquetas también icónicas como Cau d’En Genis, Orbus o Lanius.
Además de uno de los mejores vinos dulces de España como es Dolç Mataró, presente en cartas de vinos internacionales de restaurantes como el Fat Duck londinense, dirigido por Heston Blumenthal. Y todo empezó con un anuncio por palabras.
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