Ni Besalú ni Pals: el pueblo medieval a una hora de Barcelona conocido por sus alubias y sus cascadas

En plena comarca de La Garrotxa, esta escapada entre cucharas y volcanes es perfecta para el otoño

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La provincia de Girona, con sus pintorescos pueblos medievales y su costa bañada por el Mediterráneo, ha conquistado los corazones de los barceloneses desde hace décadas, convirtiéndose en un destino ideal para quienes buscan una escapada de fin de semana.

Especialmente en verano, cuando el calor aprieta en la ciudad condal, la Costa Brava emerge como la opción predilecta, ofreciendo playas de ensueño, calas escondidas y una gastronomía mediterránea que atrae tanto a turistas nacionales como internacionales.

No es raro encontrarse con las playas de pueblos marineros como Calella de Palafrugell, Llafranc o Cadaqués, repletas de visitantes, que buscan un remanso de paz sin alejarse demasiado de la capital catalana.

La Costa Brava, sin embargo, no es el único reclamo turístico de Girona. En otoño e invierno, cuando las playas pierden protagonismo, los encantadores pueblos de interior cobran vida. Besalú, con su puente medieval perfectamente conservado, o Pals, con su impresionante muralla y calles empedradas, se llenan de paseantes deseosos de descubrir su historia.

Otro nombre que aparece en las listas de imprescindibles es Peratallada, una joya medieval que parece detenida en el tiempo. Estos pueblos, con su autenticidad y belleza, son destinos de cuento que invitan a perderse entre su arquitectura de piedra y su ambiente medieval.

Pero, aunque estos nombres resuenan en las guías turísticas, hay otros pueblos que, sin tanta fama, merecen igualmente la atención de los viajeros más curiosos.

Uno de ellos es Santa Pau, un pequeño pero fascinante pueblo medieval situado en la comarca de la Garrotxa, a poco más de una hora de Barcelona y apenas a 45 minutos de Girona. Aunque no es tan conocido como Besalú o Pals, Santa Pau guarda una belleza singular y una historia que cautiva a todo aquel que lo visita.

Con apenas 1,500 habitantes, este tranquilo pueblo es perfecto para quienes buscan desconectar y disfrutar tanto de su rico patrimonio histórico como de la naturaleza que lo rodea.

Qué ver y hacer en Santa Pau

Lo primero que sorprende al llegar a Santa Pau es su imponente plaza porticada, rodeada de casas de piedra que parecen extraídas de una postal. El casco antiguo, con su entramado de calles estrechas y empedradas, invita a un paseo sin prisas, descubriendo rincones ocultos y pequeñas tiendas de artesanía.

Entre sus monumentos más destacados se encuentra el castillo de Santa Pau, una fortaleza del siglo XIII que se alza majestuosa en el corazón del pueblo, ofreciendo una vista panorámica de los alrededores que deja sin aliento.

santa-pau-girona-noche-barcelona Silueta de Santa Pau por la noche. ©Francesc Hervías & Visit Santa Pau

Sin embargo, no solo la arquitectura es lo que hace especial a Santa Pau. Rodeado por el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, este pueblo se convierte en un destino ideal para los amantes del turismo activo y la naturaleza.

Las rutas de senderismo que parten desde Santa Pau ofrecen la posibilidad de explorar algunos de los paisajes volcánicos más impresionantes de Cataluña, con sus conos volcánicos cubiertos de vegetación y los famosos hayedos del parque, como el de la Fageda d’en Jordà.

Uno de los paseos más recomendados es el que lleva a la Cascada de Can Batlle, un rincón natural de ensueño donde el sonido del agua cayendo entre las rocas se mezcla con el canto de los pájaros.

Pero si algo es famoso en Santa Pau, además de su entorno natural, son sus alubias. Las alubias de Santa Pau, conocidas localmente como "fesols", son una variedad única que se cultiva en la región gracias a las características volcánicas del suelo.

fesols-santa-pau Los famosos 'fesols' de Santa Pau. ©Visit Santa Pau.

Pequeñas, de textura suave y sabor delicado, estas alubias han conseguido la Denominación de Origen Protegida (DOP) y son un auténtico manjar para los amantes de la gastronomía. Durante todo el año, pero especialmente en otoño, los restaurantes locales ofrecen platos tradicionales en los que los fesols son los protagonistas, desde guisos reconfortantes hasta ensaladas frescas.

No es raro que los visitantes se lleven a casa una bolsa de alubias como recuerdo de su paso por este pintoresco rincón de la Garrotxa. Además de disfrutar de la comida y el paisaje, Santa Pau también es el punto de partida para numerosas actividades al aire libre.

Los más aventureros pueden optar por hacer rutas en bicicleta de montaña o practicar la equitación en los alrededores del pueblo, mientras que aquellos que prefieren algo más tranquilo pueden optar por un paseo en globo aerostático, una experiencia única que permite contemplar desde el aire los impresionantes paisajes volcánicos de la región.

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A tan solo 10 minutos en coche de Santa Pau, se encuentra el volcán de Santa Margarida, uno de los más visitados de la Garrotxa. Lo que lo hace especial es que en su cráter se alza una pequeña ermita, un lugar mágico donde la historia y la naturaleza se funden de manera armoniosa. La ascensión no es especialmente difícil y, una vez en la cima, las vistas recompensan con creces el esfuerzo.

Imágenes | VisitSantaPau

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