Los Pirineos catalanes son mundialmente conocidos como destino nevado parad disfrutar de la temporada de esquí y otros deportes de invierno, pero desde la publicación estadounidense de National Geographic quieren reivindicar también la zona como un lugar digno de ser visitado todo el año. Algo que en España sabemos ya muy bien pero no viene mal recordar, sobre todo a la hora de adentrarnos en sus pueblos más desconocidos.
Municipio independiente hasta 1969, Beget es un pequeño pueblo de Girona que forma parte del término municipal de Camprodon, en la comarca del Ripollès. Una verdadera joya medieval que parece detenida en el tiempo y escondida en plena montaña pirenaica, y una escapada ideal para quienes buscan empaparse de la naturaleza más serena de la zona. Por algo forma parte de la red de Pueblos más bonitos de España.
Como señala National Geographic, Beget es un de los mejores ejemplos vivos de antiguo pueblo pirenaico medieval, un reducido núcleo de viviendas y otras construcciones sencillas pero muy prácticas, levantadas hace siglos en piedra de la región y arcilla, con calles también empedradas que conectan las tres zonas que dividen la villa a través de puentes, también de piedra.
El urbanismo del pueblo conserva ese trazado irregular que se adapta a las dificultades del terreno sorteando los arroyos que beben de las aguas del río Llierca, en cuya cabecera se levantó la población hace siglos. Aunque probablemente los primeros habitantes se establecieron mucho antes, las primeras fuentes que certifican el pasado de Beget se remontan al siglo XII. Una época medieval de la que no parece haber salido, sino fuera por cómo ha cambiado la vida de sus habitantes.
Este mágico pueblo no ha crecido ni se ha modernizado tanto como otros de la región por la propia situación del mismo. Aunque hoy en día es un destino turístico, sigue siendo uno de los más desconocidos por los visitantes de la comarca, ya que no es fácil llegar a él. De hecho, careció de carretera asfaltada hasta 1983, y actualmente no hay opciones de acceder con transporte público.
Pero escaparse a Beget merece mucho la pena, casi mejor en primavera, verano y principios del otoño, cuando la naturaleza brilla más en su esplendor y se agradecen los paseos y el disfrute de sus magníficos paisajes y tranquilidad. El coche habrá que dejarlo a las afueras en las zonas de aparcamiento facilitadas, aunque no son demasiado amplias. A fin y al cabo, durante todo el año apenas habitan unas pocas decenas de personas, siendo más localidad de segundas residencias y de verano.
La zona más antigua del pueblo acoge la iglesia de Sant Cristòfol de Beget, núcleo social y económico de la villa que data del siglo XII, típico templo románico pirenaico en el que destaca la torre con el campanario, de estilo románico lombardo, de 22 metros de altura. Es visitable y más vale no perderse su interior, donde aguarda una gran talla de Cristo en Majestad en el centro del retablo.
Beget es un pequeño pueblo detenido en el tiempo donde la vida transcurre a otro ritmo, cuyo gran atractivo está en sí mismo, en recorrer sin prisa sus calles y puentes para contemplar la encantadora arquitectura tradicional de viviendas con marcos y ventanas de madera y tejas árabes que llevan siglos dirigiendo el agua de lluvia y la nieve hacia el suelo.
Una villa histórica semiescondida que se llena de verde y colores de flores desde primavera, y punto de partida perfecto para explorar el bello entorno y practicar senderismo o alguna otra actividad al aire libre en sus numerosas rutas entre bosques y montañas, incluso darse un chapuzón en verano.
Imágenes | Jorge Franganillo - Turismo Campodron