Fue Paquita Salas, la popular comedia televisiva, la que puso sobre la mesa el nombre de Tarazona en una odisea gastronómica en la que su protagonista, casi como si fuera Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó, proclamaba: “Este es el último torrezno que me como en Tarazona”
Sin embargo, ya había muchos torreznos antes en Tarazona y también había mucho Tarazona. Este pueblo de apenas 10.000 habitantes, situado en el oeste de la provincia de Zaragoza, limita con Navarra, y se encuentra cruzado por el río Queiles.
Trascendental durante la Reconquista, situada muy cerca del río Ebro, los designios históricos de Tarazona están muy ligados a la Corona de Aragón y al cruce de caminos que suponía, por su ubicación, entre los territorios aragoneses y el Reino de Navarra. Sin embargo, su historia es mucho anterior y además goza de la reputación de ser una de las diocesis más antiguas de la península ibérica, pues es sede episcopal desde el siglo V, un hito al alcance de muy pocos obispados.
Junto a la imponente Catedral Santa María de la Huerta de Tarazona, que se comenzó a levantar en el siglo XII en estilo gótico, aunque se remataría en el siglo XVI, ya en pleno Renacimiento, conviene destacar otros elementos que circulan entre lo sacro y lo civil.
Es el caso del propio palacio episcopal, de fuerte impronta renacentista, pero evolucionado desde los formatos de fortaleza musulmana medieval y de residencia de los primeros reyes de Aragón, que comparte esos detalles mudéjares populares en Aragón como los que se encuentran en el Palacio de la Aljafería.
También, si de arquitectura civil hablamos, no menos relevante es acercarse a la Plaza Vieja de toros, de planta octogonal y llena de balconadas que hoy son viviendas. También destaca la Casa Consistorial, también renacentista, ubicada dentro del casco histórico.
En esa confluencia de arquitectura civil y eclesiástica los detalles en ermitas e iglesias se suceden, siendo también muy notables los ejemplos de la Iglesia de Santa María Magdalena, uno de los mejores ejemplos del arte mudéjar aragonés y cuyo campanario destaca en el centro de Tarazona.
Tampoco desmerece la mezquiza de Tórtoles, una de las pocas que se levantaron ya durante período cristiano, aunque en la actualidad es una iglesia. Sin embargo, tanto en techos como en paredes quedan elementos que recuerdan al pasado como mezquita.
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Y, si hablamos de comer, lo mejor es dejarse encandilar por algunas recetas tradicionales de Aragón y por la parrilla, como sucede en el restaurante El Galeón o en el Mesón Asador Queiles, donde rinden culto al ternasco. Y sí, también hay torreznos.
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