Puede que ahora, con sus más y sus menos, Portugal y España sean dos naciones vecinas y hermanas. Sin embargo, durante varios siglos la realidad geopolítica de los reinos de Portugal y de Castilla (posteriormente España) fue bastante más cruenta y violenta de lo que es hoy. Algunas tan breves y tan recientes como la Guerra de las Naranjas, que supuso la anexión definitiva de este pueblo a España, tras más de 500 años como villa portuguesa.
Marcada por ser tierra de frontera, Extremadura y su espejo portugués —el Alentejo— fueron constantes orillas belicosas de tierras recuperadas y tierras perdidas. Es el caso del pueblo que hoy nos ocupa, dentro de la asociación de Los Pueblos más Bonitos de España, y que no es otro que la histórica Olivenza, en la provincia de Badajoz.
Fundado en el siglo XIII por caballeros, de la orden del temple, Olivenza en origen, era poco menos o poco más que una aldea. Sin embargo, a medida que evolucionó, Olivenza también fue objeto de codicia por parte de los reinos de Portugal, que la tomarían en el siglo XIV convirtiéndola además en una villa privilegiada y fortificada.
De ello son testimonio hoy sus calles, sus casas blancas, sus suelos adoquinados y la abundante presencia de azulejos reflejan esa historia portuguesa entre dos Aguas. De hecho, uno de los mejores ejemplos de este abundante azulejería lusa es la que encontramos en la capilla de la Casa de la Misericordia.
Qué ver y qué hacer en Olivenza
Sin embargo, una de las cosas que más llaman la atención de Olivenza, es su casco antiguo. De hecho, la curiosidad es que se reproduce la estructura original de los Bastides, un cuadrilátero con cuatro puertas que se corta por dos calles perpendiculares, muy similar a lo que sucedía en los antiguos campamento romanos. Esto es lo que da forma a la llamada Ciudadela de Olivenza, que en su día estaba completamente fortificada por cuatro lienzos de muralla y más de una docena de torres.
Como es lógico, con tantas idas y venidas, parte del pasado arquitectónico histórico de Olivenza, desapareció. Un ejemplo de ello es la antigua fortaleza templaria, de la que no queda testimonio, pues sobre ella se levantó posteriormente una alcazaba en la que destaca la torre del homenaje (con 37 metros de altura), que es la más alta de las torres que vamos a encontrar en la frontera entre España y Portugal. Además, en la antigua Alcazaba hoy hay un museo, el Museo Etnográfico Extremeño.
También a medio camino entre ese origen portugués, y la posterior herencia española encontramos lo que hoy es el palacio municipal, que en origen ya estaba determinado para servir como ayuntamiento. En el destaca la gran y singular portada, en estilo manuelino, que lo hace fácilmente identificable en la mayoría de postales de la ciudad de Olivenza.
Como es lógico, también en este tipo de ciudades o pueblos, hay una importante presencia de arquitectura religiosa. Es el caso de la iglesia de Santa María del Castillo o de la iglesia de la Magdalena, ambas erigidas a partir del siglo XVI.
Por último, no debemos dejar de lado que Olivenza también ha sabido mezclar con acierto las herencias portuguesas, españolas y musulmanas. Uno de sus clásicos es el técula mécula, un dulce típico con almendras, azúcar, huevo y manteca de cerdo que es bien contundente y que remataría platos tan típicos como la caza —ojo a las perdices estofadas— o a las clásicas migas de pastor.
Imágenes | Turismo de Olivenza / Turismo de Extremadura