Hace unos días, por fin, tuve el gusto de ir a cenar al Gastrobar 20 à la Rambla en Tarragona. Y debo remarcar especialmente lo de por fin, ya que estando tan cerca de Tarragona, teniendo tan buenas referencias, gastronómicamente hablando, del sitio y conociendo personalmente a Juan Diego Sánchez, el enérgico chef del restaurante, empezaba a resultar un poco extraño que no me hubiese acercado nunca a disfrutar de cualquiera de las delicias que ofrece en la carta.
El 20 à la Rambla es uno de esos gastrobares, a los que ya están acostumbrados en las grandes ciudades, pero que cuesta tanto encontrar en provincias y que en su carta ofrece lo que podríamos llamar "tapeo de lujo y calidad". La calidad vienen marcada claramente por el producto que Juan Diego elige para la elaboración y por la maestría con que los trata para preparar cada una de sus creaciones y el lujo lo indica tanto la cantidad de pequeños detalles en las presentaciones de los platos, como en el impecable servicio que el personal del restaurante dispensa a todo el que se acerca por el local.
Abusando de la confianza, decidí dar algo de trabajo extra, informé a Juan Diego que ni yo, ni mi acompañante somos alérgicos a nada y que tampoco practicamos ningún tipo de dieta especial, le pedí que nos sorprendiera y que fuese el mismo, quien eligiera nuestra cena. Fue una entretenida velada, en la que además de degustar verdadera delicias, estuvimos jugando, a "adivina que ingrediente es ese, que le da ese no se qué especial" a lo que comíamos.
Empezamos con un original hot-dog, un clásico norteamericano, preparado de forma que en un solo bocado se podía disfrutar de todos los populares sabores a la vez, pero con una presentación y una textura muy diferente a la normal. Sobre un crujiente pan encontramos un trozo de salchicha y un trozo de queso caliente y sobre ellos unas gotas de salsa mostaza y kepchup.
Lo siguiente que probamos fue, lo que a primera vista parecían ser, unas simples croquetas. Que equivocada estaba al juzgar como simples aquellas poco vistosas croquetas, al primer bocado me empecé a preguntar cómo eran capaces de meter tanto sabor allí dentro. Todavía me lo ando preguntando, ni las de mi madre, ni las de mi suegra, ni las mías, las mejores croquetas son aquellas.
Tres tapas con pescado, fueron las siguientes protagonistas en nuestra mesa. En la primera, sobre un delicioso pan descansaba una porción de escalibada hecha a la brasa, sobre esto con gamba marinada en aceite de bergamota y como toque final estaba acababa con una capa crujiente de corn flakes.
La segunda tapa de pescado fue una vistosa copa de boquerón, sobre pan crujiente y delicioso helado de tomate. Un escribano de Tarragona sobre pan crujiente de ciruela y cubierto de queso, cerró el turno de los pescados o como lo nombran en la carta "lo que no es carne".
Del apartado "lo que no es pescado" o dicho de una manera sencilla del apartado de las carnes, tuve el gusto de probar el conejo con panceta y romesco, un plato en el que el conejo viene totalmente desmigado, unido y cocinado con algo de panceta, presentado con una forma similar a una hamburguesa y pasado por la plancha. Sobre un plato de pizarra nos sirven la carne de conejo y los aliños necesarios para que nosotros mismos mezclemos y configuremos el romesco que volcaremos sobre la carne. Una verdadera delicia.
Por fin llegamos a la parte dulce como final de velada, a pesar de ser solo dos personas en la mesa, acabamos la cena con tres postres, dos de ellos nos explicaron que son un clásico en la carta del restaurante. Un casero helado "drácula" que resultó ser una versión del popular helado de la famosa marca y el helado preferido de la infancia del chef y un couland hecho allí mismo, que está preparado sin nada de harina y que nació después de mucho tiempo de investigación y experimentación, gracias a que un día al restaurante fue una niña celiaca que se quedo con las ganas de probarlo.
Por simple gula, tampoco pudimos dejar de probar una de las novedades en la carta de postres de esta temporada, las torrijas con chocolate blanco y canela, sin duda otro guiño a los sabores y recuerdos de infancia. Un detalle muy divertido del que pudimos disfrutar, venía acompañando a un refrescante chupito de licor, fue un plato de gominolas, así muy bonitas colocadas y espolvoreadas con azúcar glas, cuando las vi no puede por menos que pensar eso estaba en nuestra mesa por inspiración directa de una belleza de poquitos años y que seguramente tiene una debilidad especial por las "chuches".
Gastrobar 20 à la Rambla
Rambla Nova, 20 Tarragona Teléfono 977 23 57 11
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