El Pirineo de Huesca es un destino privilegiado en cualquier época del año, pero en otoño e invierno adquiere un encanto especial. Sus montañas nevadas, sus bosques teñidos de ocres y dorados, y sus pequeños pueblos con casas de piedra y tejados de pizarra lo convierten en un escenario de postal.
Para los amantes del senderismo, esta zona ofrece rutas que atraviesan valles profundos y cumbres imponentes. En invierno, el paisaje se transforma y las estaciones de esquí, como Cerler, Formigal o Astún, se convierten en el epicentro de la actividad.
Sin embargo, más allá de los deportes de nieve, los pueblos pirenaicos ofrecen una combinación perfecta de naturaleza, historia y tranquilidad. Localidades como Benasque, Ansó o Torla-Ordesa son ejemplos de lugares donde se puede pasear por calles empedradas, descubrir ermitas románicas y disfrutar de la gastronomía aragonesa junto a una chimenea encendida.
Uno de los pueblos más especiales del Pirineo aragonés es Bielsa, una joya escondida en el Valle de Pineta, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Situado en la comarca del Sobrarbe, Bielsa conserva la esencia de la arquitectura tradicional pirenaica y un entorno natural que lo convierte en un destino ideal para cualquier época del año.
Para llegar, la mejor opción es hacerlo en coche desde Huesca, tomando la A-138 en dirección a Aínsa y continuando hasta Bielsa. Desde Zaragoza, el trayecto dura aproximadamente tres horas, pasando por carreteras panorámicas que atraviesan paisajes espectaculares.
En otoño, Bielsa es perfecta para los amantes del senderismo. El Valle de Pineta ofrece rutas inolvidables, como la subida al Balcón de Pineta, desde donde se obtiene una vista impresionante del circo glaciar y de Monte Perdido. También se puede recorrer el sendero que lleva a la Cascada del Cinca, rodeado de bosques que en esta estación se llenan de colores vibrantes.
Otra opción es la ruta a los Llanos de Lalarri, un recorrido accesible que atraviesa hayedos y praderas alpinas. En el propio pueblo, pasear por su casco antiguo es una experiencia encantadora. Su iglesia del siglo XVI, la Casa Consistorial con su famosa Sala de la Bolsa y las casas de piedra con tejados de losa transportan a otra época.
Cuando llega el invierno, Bielsa se cubre de nieve y la actividad principal se traslada a la alta montaña. Es un buen punto de partida para esquiar en la estación francesa de Piau-Engaly, situada a pocos kilómetros a través del túnel de Bielsa. También es un destino ideal para practicar raquetas de nieve en los alrededores del Valle de Pineta, donde los senderos de otoño se transforman en itinerarios invernales.
Los aficionados a la escalada en hielo encuentran aquí una de las mejores zonas del Pirineo para esta disciplina. Para quienes prefieren un plan más tranquilo, la gastronomía local es un atractivo en sí mismo. Platos como la chireta, el ternasco o la sopa de ajo son perfectos para entrar en calor después de una jornada en la nieve.
Bielsa es también famosa por su carnaval, uno de los más tradicionales y peculiares del Pirineo. Aunque se celebra en febrero, merece la pena mencionarlo porque es una fiesta que conserva elementos ancestrales, con personajes como el onsón, el tranga o la madama, que desfilan por las calles en una celebración que combina folclore y tradición.
En primavera y verano, el entorno de Bielsa cambia completamente. Los prados se llenan de flores y los ríos bajan con fuerza, convirtiéndolo en un destino ideal para actividades como el barranquismo en el río Cinca, el senderismo de alta montaña o incluso la escalada en roca. Además, la cercanía con el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido permite acceder a rutas tan espectaculares como la Senda de los Cazadores o la subida al refugio de Góriz.
Imágenes | Bielsa / La Valle Bielsa, La Valle Verde