Tienen los patrones de ikat con los que Teixits Vicens trabajan algo de sucesión de Fibonacci. Matemáticas que se multiplican en hilos y centímetros para acabar, color mediante, convirtiéndose en los tejidos más icónicos de la isla de Mallorca.
Es el famoso ikat o las también conocidas como telas de lenguas y en Vicens, hoy con la quinta generación ya incorporada al negocio familiar, llevan 170 años trabajando este arte del tejido, la trama y la urdimbre.
Contra carros, carreteras y competencia desleal. También contra multinacionales que han replicado, de manera mucho más industrial, estos diseños de los que, advierte Tomeu Fuster: "no hay dos iguales".
Director de la planta, Tomeu dirige este negocio familiar ex aequo con su prima Cati Vicens. Todo queda en casa en esta empresa que vivió su particular boom en los años 80, con la generación de sus tíos, y que en Pollença, en el noreste de la isla, se reinventan para adaptarse a los nuevos tiempos y llevar el ikat más allá.
Tanto como para haber ido más allá en la confección de nuevas ideas. Siguiendo los patronajes tradicionales (telas lisas, de color y el famoso ikat), han comenzado a convertir aquellas telas que habitualmente se utilizaban en los hogares para llevarlas a la moda cotidiana.
El ikat del Sudeste asiático que enraizó en Mallorca
Alpargatas, bolsos de baño, camisas, pero sobre todo cortinas, ropa de cama, manteles y todo lo relacionado con vestir una mesa forman parte del portfolio con el que el ikat busca seguir dando guerra en un mundo ultraglobalizado en el que compiten con multinacionales. No en precio. Tampoco en calidad. Sino por sus derechos. Sin embargo, siempre han sido los hogares los que más acopio han hecho de estos tejidos duraderos y únicos.
Tanto que las revistas de interiorismo los han buscado por activa y por pasiva. También en Mallorca, convertida en seña de identidad, hay apuestas por poner en valor este tejido, como sucede en las suites del hotel Barceló Aguamarina, diseñadas por el decorador de interiores Lorenzo Castillo, que ha colmado las estancias de estas 'lenguas' de colores azules, verdes y amarillos.
Fue esa década de los ochenta la que llenó las arcas de Teixits Vicens, pero también la que supuso entrar en un mundo comercial complejo donde los derechos de las marcas ni estaban ni se les esperaba.
"Cuando algo se pone de moda, salen las imitaciones y se devalúa el mercado", recuerda Tomeu Fuster, mientras enseña los telares, pilas de tinte y secadero de esta casa familiar de dos plantas, que sirve tanto de fábrica como de tienda y showroom.
La década dorada (y la competencia desleal)
"Se prostituyó con más imitaciones y entre la década de los noventa y el 2013 estuvimos en una montaña rusa de subidas y bajadas en el negocio", menciona. Aquel 2013 aún escuece. Eran los últimos coletazos de una crisis que se extendió durante un lustro y de la que España tardó en salir. "Fue un punto crítico porque la gente se hipotecaba, pero luego no tenía para poner la casa", asegura.
También antes, bastante antes, comprobaron que sus tejidos multiplicaban su precio por cinco o por seis a través de distribuidores y terceros. "A lo mejor nos pagaban el metro de tela a 3.000 pesetas, pero en sus tiendas lo vendían por 18.000 pesetas y además no explicaban nada de donde venía o el trabajo que había detrás", rememora sobre aquellos años noventa en los que sus tejidos salían con facilidad a las grandes firmas de interiorismo en la península.
"Ahora estamos trabajando para encontrar herramientas de protección de la marca y de la propia artesanía", indica. Son solo tres los telares mallorquines que producen ikat de manera artesanal. El resto, si se ven las populares telas de lengua, no serán ni mallorquinas ni artesanales. "Hay competencia de talleres de Valencia o de Barcelona que lo que hacen es imprimir el diseño digitalmente sobre la tela", advierte.
Tan laborioso como artesanal
No es lo mismo. Ni tampoco el trabajo que lleva detrás. "Para hacer 200 metros de tela de ikat podemos tardar tres meses", asegura Tomeu en las instalaciones. ¿Por qué ikat? "Es el nombre de la técnica, que lo recibe por la reserva de color que coge durante el tinte", comenta sobre una forma de producir que procede de los árabes y estos, a su vez, lo tomarían de la India y del Sudeste asiático.
No hay dos iguales. Ese es parte del encanto del ikat y el que, con una mirada exhaustiva, demuestra que estas telas de lenguas tienen patrones siempre distintos. "Nunca hay simetría y eso es porque teñimos manualmente", indica.
Además, añade una problemática aún peor para el registro de la propiedad intelectual. "Tenemos cerca de 300 referencias y registrar cada diseño supondría pagar 1.000 euros por cada uno", aclara. Algo totalmente inviable.
El proceso de elaboración, complejísimo, parte de hilos que ellos reciben y luego enmadejan. A partir de esa primera fase, ya convertidos en madejas, se genera una urdimbre de base blanca que se teñirá, en función del dibujo elegido, y que luego será compuesto antes de llevarse al telar, donde se dará cuerpo a la tela entre la urdimbre (el algodón) y la trama (el lino).
Anualmente salen de sus telares unos 10.000 metros, de los cuales no todos son de ikat, el más complejo de elaborar. Mientras tanto, los Vicens siguen afanándose en perpetuar un legado que ha hecho del tejido su razón de ser.
Imágenes | Manolo Yllera / Teixits Vicens / Jaime de las Heras