Creemos ser los que mejor conocemos nuestra propia tierra, pero en ocasiones tienen que ser quienes nos visitan los que nos descubran lugares que estamos pasando por alto. Es lo que sucede con La Gomera, considerada por la revista Times como la isla más infravalorada de España pese a ofrecer un paisaje único, con una naturaleza exuberante todo el año que hace que el turista se olvide de las playas de sus hermanas insulares, salpicada de pueblos llenos de encanto y enclaves que quitan el aliento.
Comparada con la isla de King Kong y también con el legendario jardín de las Hespérides, La Gomera es un destino ideal para quienes quieran huir del frío invernal y busquen un destino de temperaturas agradables, templadas, donde poder desconectar por completo en un entorno salvaje que parece salido de una película de fantasía, pero que a la vez recibe al visitante con hospitalidad animando a descubrir sus secretos perdiéndose por sus senderos y rutas.
También tiene La Gomera uno de los pueblos más bonitos, no ya solo de las islas, también de toda España, en opinión de la misma publicación británica, quizá también por el efecto casi revelador que tiene llegar hasta él. Se trata de Agulo, en el norte de la isla, a poco más de media hora en coche desde la capital de la isla, San Sebastián de la Gomera. Pintoresco y cargado de historia, fue fundado a principios del siglo XVII y cuenta hoy con apenas un millar de habitantes.
Conocido como 'el Bombón de La Gomera', Agulo aparece casi como escondido tras plantaciones de plátanos entre una curiosa orografía de terrazas junto a la costa, marcado su trazado por los valles de Hermigua y Vallehermoso, y con la presencia siempre constante del Parque Nacional de Garajonay de vegetación subtropical.
Agulo se divide en dos partes bien diferenciadas, la alta y la baja, estando esta última pegada a la costa, donde se despliega el casco antiguo, considerado uno de los más bellos de todas las Islas Canarias. Su antigüedad y magnífico estado de conservación regalan un conjunto de calles estrechas y empedradas que, sin embargo, se alejan por completo de cualquier casco histórico medieval peninsular, con ese encanto único del archipiélago. Las viviendas tradicionales brillan con sus paredes blancas y tejas rojizas, contrastando con el verdor de huertos y plantas que los vecinos acostumbran a mantener todo el año.
Pero si hay un enclave imperdible para cualquier visitante que llegue al pueblo, sin duda es el mirador de Abrante. Un prodigio del diseño contemporáneo situado a metros de altitud, elevándose a unos 400 metros del pueblo, desvelando unas vistas impresionantes que quitan el aliento, tanto del pueblo como del paisaje que lo enmarca, las infinitas aguas del océano Atlántico y, a lo lejos, Tenerife.
Ojo porque el mirador no es apto para miedosos de las alturas o personas que sufran de vértigo, ya que el de Abrante no te asoma, te hace 'flotar'. Son siete metros de voladizo que salen de la estructura principal creando una plataforma de suelo de cristal que produce una sensación casi de estar volando sobre el precipicio, a punto de surcar el aire hacia el pueblo que se contempla bajo tus pies. Para llegar al mirador hay que subir con vehículo dando un rodeo si se asciende desde Agulo, pero sin duda es un plan imprescindible para incluir en cualquier viaje a la isla.
En el propio pueblo también merece la pena visitar la iglesia de San Marcos Evangelista, la Casa del Pintor José Aguiar que acoge el Museo Temático de los Filii Christi, el entorno de la Plaza de Leoncio Bento o el cercano Monumento Natural de Roque Blanco. Agulo es un buen punto de partida para emprender rutas de senderismo en un entorno natural único con especies vegetales poco frecuentes en otras zonas, de gran interés científico por la presencia de madroños y plantas rupícolas, siendo además una zona especial de protección para las aves.
Imágenes | Wikimedia Commons/Jukka - Turismo La Gomera
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