Son casi dos millones y medio de botellas, botella arriba botella abajo, las que salen anualmente de las instalaciones de Legaris, en el minúsculo pueblo de Curiel del Duero, en la provincia de Valladolid. De ellas, más de 700.000 se consumen anualmente en Suiza, donde practican la devoción a este Ribera del Duero que suma hasta 600.000 botellas con las etiquetas de Legaris Crianza y Legaris Reserva.
Aquí, acodado en el río más vitivinícola del mundo –por mucho que un francés pudiera apostar por el Ródano o por el Garona–, Legaris lleva poniendo su granito de arena desde el año 1999.
Convertido en el desembarco del grupo Raventós Codorníu en Ribera, Legaris cumple ahora 25 años convertida en un referente, especialmente para la exportación. Una edad ya madura para un vino que se ha consolidado en los mercados internacionales, pero también en el nacional, habida cuenta de una potente red de distribución que la casa madre promueve, siendo uno de los más poderosos exportadores de vino español.
Como todos los veinteañeros, Legaris también ha sufrido períodos de cambio o, si lo preferimos, evolución. A pesar de encontrarse en Curiel de Duero, ya en terrenos vallisoletanos, las 100 hectáreas de viñedo que la bodega dispone se extienden tanto en la zona pucelana como en el viñedo viejo burgalés, especialmente en Roa, Moradillo y Olmedillo, que sirvieron como empuje para una iniciativa que la bodega acogió en 2014, lanzándose al mercado sus Páramos, precursores de los vinos de pueblo en la zona. Además, suman otras 200 hectáreas de viñedos de terceros.
Dos décadas y media, aunque se acuse al vino generalmente de inmovilista, dan para mucho. Dan, por ejemplo, para haber entendido al mercado y comprobar que los riberas con los que iniciaron la aventura no son los mismos que el mercado pide en 2024. Tampoco se cuentan las mismas cosas.
Lo asegura Jorge Bombín, director técnico de la bodega desde el año 2008 y que lleva ya –con esta de 2024–, 27 vendimias a sus espaldas dentro de Legaris. Esa evolución lleva, por ejemplo, a que ahora la bodega tenga una docena de referencias en el mercado. "Cuando yo entro solo se hacía Legaris Crianza y Legaris Reserva", explica Bombín durante una comida de presentación del aniversario.
Sincero, sensato y apegado a la tierra, Bombín también es un buen conocedor de Ribera del Duero y de sus extremismos. "Si presumimos de tener un territorio extremo climatológicamente, no podemos luego decir que todos los años son excelentes", advierte.
Eso no quita que, cuando son buenos, sean magníficos. "No soy fan de decir que todas las añadas son excelentes", comenta en la mesa, al tiempo que reivindica esa progresión enológica de Legaris, acorde al mercado y al consumidor.
"En las primeras etiquetas se hablaba más de la barrica, de la madera… Ahora hablamos de territorio, de altitud, de viñedo…", cuenta respecto a un cambio que también se ha ido traduciendo en cómo trabajan el envejecimiento.
Legaris Moradillo de Roa 2018. DO Ribera del Duero.
"Los primeros Legaris tenían más crianza en barrica, más madera, también como el mercado entendía la zona en aquella época", ilustra. Ahora el paso ha cambiado. "Son más frescos, más frutales y expresan mejor el terruño", aclara, especialmente sobre algunas de las joyas de la corona como son los vinos de pueblo que la bodega elabora, poniendo en el mapa localidades como Alcubilla de Avellaneda, Moradillo de Roa, La Aguilera o Peñaranda de Duero.
"El porcentaje de barrica, en general, ha bajado y antes se presumía de barrica nueva. Ahora solo utilizamos un tercio de barrica nueva", explica sobre el nuevo paradigma donde se buscan vinos con menos presencia de madera. También, a pie de mesa, aclara las dificultades que supone para una bodega grande –y Legaris lo es– entrar a competir en mercados de vinos de nicho.
"Si tienes una bodega pequeña solo puedes hacer vinos pequeños, pero cuando eres una bodega grande también puedes hacer vinos pequeños", clarifica sobre esos Vinos de Pueblo, cuyo germen fue el Páramo de Legaris de 2014.
Legaris Reserva 2020. DO Ribera del Duero
Entre risas, comenta también que "cuando viene un japonés o un americano sea lían con los nombres" porque pronunciar Alcubilla de Avellaneda no es fácil. Sin embargo, eso no es óbice para que el Legaris Reserva sea un boom en Suiza.
"Allí llegamos en 2002", ilustra sobre el perfil exportador de Legaris, impulsado por la presencia internacional del grupo Raventós Codorniu. Desde entonces, Suiza no permanece neutral ante la presencia de una marca que se ha afianzado en el país helvético, convertida en valor refugio de Ribera del Duero a más de 1.500 kilómetros de distancia.
Imágenes | Legaris
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