El otoño tiñe de oro y carmesí los montes vascos, creando un espectáculo natural que rivaliza con la belleza del verano. Los días más frescos invitan a pasear sin las aglomeraciones estivales, mientras el mar Cantábrico mece suavemente los barcos pesqueros en los puertos. Durante esta época, el País Vasco despliega un encanto especial que cautiva a los viajeros que buscan experiencias auténticas.
La costa vasca alberga auténticas joyas marineras que cobran vida especialmente en otoño. Hondarribia sorprende con sus casas de colores y su barrio pesquero. Bermeo mantiene viva la tradición ballenera en su puerto histórico. Lekeitio enamora con su isla de San Nicolás y sus callejuelas medievales. Getaria presume de ser la cuna del navegante Juan Sebastián Elcano y de sus famosos asadores de pescado.
Entre estos tesoros costeros brilla con luz propia Pasaia Donibane, también conocido como Pasajes San Juan. Este pequeño pueblo guipuzcoano se asienta en una de las rías más espectaculares del Cantábrico, a tan solo ocho kilómetros de San Sebastián. Su nombre tiene origen en el euskera "pasaia", que significa pasaje, pues históricamente ha sido punto de paso entre Francia y la Península Ibérica.
Las casas de pescadores se alinean frente al agua formando una única calle principal. Los balcones de madera, típicamente vascos, se asoman a la ría mientras las embarcaciones tradicionales se mecen junto a los muelles. El tiempo parece haberse detenido en este rincón donde Víctor Hugo encontró inspiración durante su estancia en 1843.
La iglesia de San Juan Bautista domina el paisaje urbano desde el siglo XVI. Sus muros guardan historias de marineros y pescadores que partieron hacia tierras lejanas. Junto al templo, la Casa Consistorial exhibe orgullosa su arquitectura tradicional vasca del siglo XVII.
Un paseo por el Camino Real permite descubrir rincones encantadores y vistas panorámicas de la bahía. Este sendero conduce hasta el faro de la Plata, punto privilegiado para contemplar atardeceres sobre el Cantábrico. Los más aventureros pueden recorrer el monte Jaizkibel, que regala vistas espectaculares de la costa vasca y francesa.
La gastronomía local merece un capítulo aparte. El restaurante Casa Camara, ubicado en un edificio del siglo XVII, es parada obligatoria para los amantes del marisco. Sus viveros flotantes permiten elegir las piezas que subirán directamente a la mesa mediante un ingenioso sistema de poleas. El txangurro, la merluza y las kokotxas reinan en las cartas de los establecimientos locales.
Las tabernas tradicionales ofrecen pintxos de pescado fresco y sidra de producción local. Casa Cámara, Nicolasa o Ziaboga Bistrot mantienen viva la tradición culinaria vasca con productos frescos del mar. El aroma a pescado asado y el tintineo de los txakolis llenan las calles al atardecer.
Para llegar a Pasaia Donibane existe una opción especialmente romántica: la motora que cruza la ría desde Pasai San Pedro. Esta pequeña embarcación transporta a viajeros y locales desde hace generaciones, manteniendo viva una tradición centenaria. El trayecto apenas dura cinco minutos, pero regala las mejores perspectivas del conjunto histórico.
Pasaia Donibane representa la esencia del País Vasco marinero: tradición pesquera, gastronomía excepcional y un paisaje que enamora en cualquier época del año. Sin embargo, el otoño añade un toque mágico cuando las hojas doradas se reflejan en las aguas tranquilas de la ría y el aroma a mar se mezcla con el de las castañas asadas.
Imágenes | Oarsoaldea Garapen Agentzia / Flickr - Casa Cámara
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