La producción del limón en esta última campaña ha sido magnífica. En la Región de Murcia, principal productora de España, no se recuerda un panorama semejante, con amplios campos de árboles repletos de frutos. Frutos que se acumulan ahora por toneladas en las ramas y en el suelo, y que no solo no van a generar beneficios, sino que abocan a los agricultores a una de las peores campañas de la historia.
Lejos de ser cifras positivas, la campaña 2023-2024 ha sido tan productiva que solo está dejando millones de euros en pérdidas, toneladas de desperdicio alimentario y un sector que se enfrenta ahora a la problemática de tener que arrancar miles de árboles, lo que incrementará aún más la situación de crisis. Hemos producido tantísimos limones que no sabemos qué hacer con ellos, porque nadie los quiere, y menos al precio que compensaría a los agricultores su trabajo.
España es líder mundial en la producción y exportación de limón, pero precisamente por producir tanto y de tanta calidad, ha cavado su propia tumba.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Una campaña tan fructífera como catastrófica
Aunque es ahora, en los albores del cierre de la campaña 2023-2024, cuando están llamando más la atención los titulares con denuncias como la más reciente de COAG, la crisis que afronta el limón en España no pilla a nadie por sorpresa. Desde enero son numerosas las organizaciones que vienen alertando del encarecimiento de este cítrico desde el campo a la mesa, paralelo a la baja demanda y el exceso de oferta.
Ya a principios de este año, aún en plena campaña, La Unió Llauradora demandaba a la Conselleria y al Ministerio de Agricultura ayudas para la retirada de 50.000 toneladas de limón, previendo las nefastas cifras que no han hecho más que crecer a medida que pasaban los meses. COAG la califica directamente como “la peor campaña de la historia”, calculando que se van a dejar más de 400.000 toneladas de limones sin recoger en todo el país, especialmente en la Región de Murcia, Andalucía y Comunitat Valenciana, principales productores.
Tan mal estaban las cosas en enero, que algunos agricultores miraban a las previsiones meteorológicas con esperanza, soñando con heladas que pudieran llevarse casi todo lo que quedaba entonces en los árboles. Hubieran preferido que la naturaleza destruyera el fruto de su trabajo, porque no les salía a cuenta cosecharlo, ni tampoco a las empresas recolectoras, ya con los almacenes llenos y sin tener dónde colocarlos. “Solo quiero que me los quiten de los árboles”, declaraba Paco Provencio, agricultor y presidente de la comunidad de regantes de Librilla (Murcia).
Aunque algunos productores y asociaciones apuntan a la competencia del limón que llega a la Unión Europea de países como Turquía, Egipto o Marruecos, lo cierto es que desde el propio sector lo tienen claro: “Se nos ha ido la mano con la producción”, declaraba a El País José Antonio García, director de la Asociación Interprofesional del Limón y el Pomelo (Ailimpo).
Desde 2016 se han plantado más de siete millones de limoneros en todo el sureste español, con un incremento de la superficie de este cultivo de un 36%. Demasiados limones para tan poca demanda.
La sequía convirtió al limonero en un cultivo demasiado perfecto
La cuestión que cabe preguntarse, entonces, es por qué el sector se ha dirigido en masa a su propio suicidio. Y la respuesta no es tan sencilla ni tiene un único culpable, pero sí hay que comprender el contexto particular del caso español.
La raíz de esta crisis comenzó verdaderamente a arrancar hace algo más de una década, cuando la falta de agua comenzó a ser un verdadero problema en todo el sureste peninsular. Lo sabe bien Pedro Fuchs, técnico agrícola ahora retirado -también mi padre-, que ha trabajado a pie de campo en contacto directo tanto con pequeños agricultores como con las grandes empresas.
La sequía obligó a numerosos agricultores a cambiar sus modelos de producción. Por un lado había que volver a usar los pozos de agua para riego, un agua mala con mucha sal, que muchas plantas no toleran bien. Por otro, se enfocaron en productos con menores exigencias de mantenimiento y cosecha.
“No había agua, se volvió a los pozos y muchos agricultores empezaron a cambiar los invernaderos y los campos de hortícolas por limoneros”, recuerda Fuchs. “Son árboles que permiten usar mano de obra mucho más barata, necesitan menos personal. Aguantan aguas con mucha sal y también pueden estar un mes perfectamente sin recibir riego”.
El limonero se alzó así como la gran solución para las cuentas de los pequeños y medianos productores, un cultivo que además ya contaba con una larga tradición en el sureste peninsular. En la Región de Murcia, líder en España y Europa en producción de limones, esta fruta es casi parte de su identidad cultural, y no solo por aquello de que los murcianos le echemos limón a todo. En la Vega del Segura era habitual que el cultivo del limonero pasara de padres a hijos, de abuelos a nietos, muchas veces como apoyo de la economía doméstica.
El limonero tiene una mano de obra barata, aguanta la sequía y el agua salada
También en la Comunitat Valenciana la vecina Andalucía se apostó más por el limón, en detrimento además de otros cítricos como el naranjo, más afines a la huerta valenciana. ¿Por qué tantos limones y no naranjas? “También se debe al agua de riego”, opina Fuchs, “y a la propia resistencia y productividad del árbol”. Los limoneros aguantan sin problemas el agua mala -más salada- y ofrece más ventajas. “Lo puedes tener un mes sin riego y dos meses con los limones en el árbol sin que pierda casi calidad. Eso no te lo aguanta una naranja”. También suele ofrecer dos cosechas al año, alargando así la temporada. “Es una maravilla para la logística de una gran empresa que combina varias producciones”.
Pero el pequeño y medio productor que ha invertido todo su capital en transformar su producción ahora se enfrenta a la ruina.
Limoneros a lo loco
El limonero se presentaba como la gallina de los huevos de oro y España se lanzó a plantarlos sin medidas de control y sin la seguridad de si tanta cosecha se iba a poder vender.
Animados por las cifras de récord que se alcanzaron hace un lustro, cuando se llegó a pagar un euro por kilo de limones, pequeños y medianos agricultores apostaron al todo o nada transformando sus cultivos por decenas de miles de este árbol leñoso que tiñe los campos de amarillo. Y durante un tiempo mantuvo rentabilidades altas, con buenos márgenes. Ahora, con lo que reciben, los agricultores no pueden ni cubrir gastos.
No es algo que haya pillado por sorpresa al sector, como no deja de recalcar José Antonio García, de Ailimpo: “Llevamos desde 2018 avisando al sector mediante notas públicas e informes sobre el exceso de nuevas plantaciones en un marco de tiempo tan corto que podría traernos a un aumento de producción espectacular como el de esta campaña”. El resultado es una sobreproducción que ha causado “un efecto embudo del mercado en origen” y el desplome de los precios.
España carece del control institucional de otros países que sí vigilan qué y, sobre todo, cuánto se planta para que un producto pueda ser rentable. Carecemos actualmente de una legislación o medidas de vigilancia que pongan un cupo máximo de superficies de cultivo precisamente para evitar situaciones como esta; si se excede el cupo, no se reciben subvenciones o ayudas estatales.
Esto no sucede en los cítricos; al contrario, mientras se aumentaba la producción de limón se desarrolló una gran campaña de promoción y divulgación del limón español, The Lemon Age, que ha contado con fondos europeos. “El limón está de moda”, asegura su dossier de prensa. ¿Seguro?
Nadie quiere limones tan buenos
Existe otro problema de fondo que tampoco hemos sabido ver: nuestros limones son buenos, buenísimos. Demasiado.
Si ya en el resto de España a los murcianos nos miran raro cuando echamos un chorrico de zumo a las patatas fritas, en el resto de Europa somos directamente marcianos. Sí, somos los mayores exportadores de limones de Europa y uno de los mayores del mundo, pero pocos están dispuestos a pagar lo que cuestan.
En los países centroeuropeos y nórdicos el limón se considera casi un producto de lujo, de capricho, de uso y consumo ocasional. Y no interesan que sean de una calidad suprema, porque no lo necesitan. Utilizando limones de forma puntual en su cocina diaria, muchos consumidores europeos prefieren la comodidad del zumo envasado o concentrado, que aguanta semanas en la nevera y cumple su función. Un limón abierto se estropea rápidamente, y sale mucho más caro.
Otro problema: tradicionalmente el mercado de hortofrutícolas es muy fluctuante, con una demanda y precios difícil de prever. El aumento generalizado de los precios en alimentación en toda Europa, con las últimas escaladas de la inflación, han limitado el poder adquisitivo del consumidor, que ya no está tan dispuesto a gastarse tanto en productos que puede considerar accesorios. Y un alemán o un neerlandés que tenga que reducir el gasto no tendrá problemas en dejar de lado esos limones lustrosos españoles que, además, se venden a precios de lujo.
El papel de la competencia extranjera
Pese a que desde Ailimpo insisten en que no pueden señalarse a las importaciones como causantes de la crisis, también la competencia extranjera juega su papel en el problema global. Por un lado, la Unión Europea puede favorecer en determinados momentos al limón turco por una mera estrategia política; por otro, la menor calidad de los limones extracomunitarios los hace más atractivos para la demanda europea.
Países como Turquía o Egipto producen limones de menor calidad pero que son perfectos para zumos, concentrados y otros usos industriales, y salen mucho más baratos, de tal modo que cubren esas demandas del sector en detrimento del exportador español que, pese a todo, sigue líder indiscutible.
Según datos de Ailimpo, tres de cada cuatro limones consumidos en los países de la Unión Europea en los últimos años han sido cultivados en España. Pese a todo, no pierden de vista a las importaciones de terceros, que muchos agricultores acusan de competencia desleal, por no tener que cumplir las mismas normas fitosanitarias a los que sí están obligados los productores europeos.
Tres de cada cuatro limones que se venden en Europa son españoles
García señala que los volúmenes de limón turco se mantienen estables, aunque sí están aumentando las importaciones de Sudáfrica y Argentina. Sin embargo, son países que suelen traer sus limones en periodo de contraestación, entre campañas del limón europeo. “Hemos conversado con nuestros partners en Sudáfrica y Argentina para que sus exportaciones se lleven a cabo coincidiendo con el final de nuestra campaña de Verna y evitar así solapamientos”, asegura el director de Ailimpo.
Arrancar miles de árboles
Las 400 toneladas de limones sin recoger que se han acumulado en toda España exige medidas de actuación urgentes que no acumulen más pérdidas al sector y evite llevar a la ruina a los que más sufren el impacto de una crisis como esta, los pequeños y medianos productores.
Desde COAG apuntan a que, además de “adoptar medidas urgentes y estructurales para paliar y revertir la situación”, es importante trabajar ya de cara a futuras campañas para garantizar la viabilidad a medio y largo plazo del sector. Y además de recibir ayudas públicas para costear la retirada de los frutos, como pide La Unió Llauradora, la primera medida urgente es arrancar miles de árboles que terminen con la sobreoferta.
Casi una carta parte de la superficie de cultivo tiene que desaparecer para reequilibrar el mercado
La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) pide activar una “extensión de norma” para eliminar limones de forma igualitaria entre todos los productores, y también exige que se refuerce la vigilancia para evitar que se firmen contratos por debajo de los costes de producción, además de un mayor control en las fronteras de las importaciones.
En la Interprofesional calculan que casi la cuarta parte de la superficie de cultivo tendría que desaparecer para tratar de reequilibrar el mercado en los próximos años, y además han presentado un plan de acción de 12 actuaciones para abordar la crisis de una manera global con soluciones efectivas de cara al futuro del sector.
- Mejora de la organización del sector productor.
- Reducción de módulos fiscales.
- Mejora del sistema de seguro agrario de limón.
- Promoción y aumento del consumo.
- Apoyo e implicación del Retail.
- Control de las importaciones y apertura de mercados.
- Extensión de la Norma actual.
- Fomento del uso de zumo de limón como acidulante en sustitución de E330.
- Derechos antidumping a las importaciones de zumo de limón procedente de Argentina.
- Implantación y promoción de la Agricultura Regenerativa.
- Carbon Farming.
- Mejora de la sanidad vegetal.
Pero, lo primordial, que la Interprofesional denomina medida número “cero”, es el ajuste de la superficie de cultivo para volver al equilibrio adecuado entre oferta y demanda. Una pérdida de miles de árboles cuya sobreproducción deja además una huella hídrica, de carbono y de subvenciones públicas que tiene, como define el periodista de La Opinión José Antonio Sánchez, una lectura aún más dolorosa de esta crisis.
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