Las mosquitas de la fruta son una de las plagas más habituales del verano, ya que se desarrollan en gran cantidad de cocinas y salas en las que hay comida, especialmente dulces frutas.
Estos insectos no son realmente molestos y asquerosos como sucede con otros, sino que más bien nos recuerdan una especie de falta de higiene, por su vuelo insistente sobre algún rincón de la cocina.
Por ello, eliminarlas no suele ser una urgencia más allá de la molestia que supone su presencia (aunque su capacidad reproductiva supere el centenar de huevos diario). La buena noticia es que existe una sencilla trampa que no requiere apenas esfuerzo.
Con esta, las moscas se sentirán tan atraídas que dejarán de hipnotizarse por los suaves efluvios de la fruta para pasar a someterse a nosotros como, metafóricamente, lo hace el cuento del Flautista de Hamelín.
Esta trampa consiste en colocar una pieza de fruta (que esté realmente madura) en el interior de un frasco vacío (por ejemplo, un antiguo bote de mermelada). En este bote hay que enrollar un papel hasta obtener un embudo, una especie de canuto.
Este embudo hay que situarlo sobre el vaso, y en este se podrá observar como las moscas irán entrando, pero no sabrán salir: su propio afán por el dulce las guiará hasta la fruta y les impedirá el retorno atrás.
Después, las moscas atrapadas por este sistema se pueden soltar al aire libre y dejar volar en búsqueda de nuevas plazas que conquistar.
Foto | Egor Kamelev
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