En el mundo de la política europea se decía que, cuando Francia estornudaba, Europa se constipaba. Pues algo parecido pasa si cambiamos las tornas al terreno de la industria oleícola y metemos en la ecuación a Italia.
Precisamente lo que puede suceder ahora, que encaramos la fase final de la campaña de 23/24 y donde los almacenamientos de aceite de oliva están ya bajo mínimos en buena parte del Mediterráneo.
Fue el 30 de abril cuando el Ministerio de Agricultura de Italia lanzó un SOS: tenían un 23,8% menos de aceite que el año anterior. La traducción era evidente: problemas para llegar con reservas al final de campaña.
Algo que el pasado 31 de julio se ha terminado de constatar. En las reservas transalpinas quedaban hace apenas un mes poco más de 130.000 toneladas de aceite de oliva. De ellas, 118.000 eran de granel y 18.000 eran envasados. Comparado con lo que Italia consume al mes, que ronda las 60.000 toneladas mensuales, las matemáticas no fallan.
La cuestión es que esto, como es evidente, implica que Italia mantenga su ritmo de importaciones si quiere llegar al 31 de octubre, fecha en la que ya se empezará a pensar en molturar la campaña 24/25, con algo de margen. En términos totales, supondría que los meses de septiembre y octubre deban comprar unas 100.000 toneladas de aceite de oliva virgen extra y alrededor de 20.000 de aceite refinado.
Entonces: ¿cuál es la mala noticia para España? Pues bastará echar un vistazo al Boletín del Mercado del Aceite de Oliva para el mes de julio, que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, para comprobar que las reservas de aceite van muy justitas para cubrir con garantías la demanda externa y mercado interior.
A 31 de julio quedaban en España 342.000 toneladas de aceite, que debían abastecer a los meses de agosto –tradicionalmente flojo– y al regreso de septiembre al mercado nacional y, además, cubrir la cuota de exportación.
2024: el año con el peor enlace de campaña de la historia
Con ese mismo boletín comprobamos que España exportó 60.000 toneladas de aceite el pasado mes de julio, mientras que lo que se vendió domésticamente apenas alcanzó las 31.000 toneladas. Con ese margen de entradas y salidas hablamos de unas cifras que rondan mensualmente las 100.000 toneladas –pues, insistimos– julio es un mes espejismo, ya que las vacaciones hacen mella, como sucede en agosto.
Por este motivo, España apenas tiene 340.000 toneladas de aceite de oliva para hacerse cargo de lo que queda de campaña. La cifra, aunque quizá no nos diga nada por sí sola, pone sobre la mesa el enlace de campaña.
Teniendo en cuenta las últimas cuatro cosechas, 340.000 toneladas significan un volumen un 44% menor de aceite de oliva disponible, lo cual supone que el enlace de campaña (la cantidad de aceite que queda entre cosechas) apenas va a rondar (si el consumo se mantiene) las 160.000 toneladas, marcando uno de sus mínimos históricos. Insistimos en que es una cuestión que se repite en los principales países comercializadores y consumidores. En el caso italiano, los datos de mayo suponían un -29% de reservas respecto a mayo de 2023.
Todo queda fiado así a que la campaña de 2024, que oficialmente da el pistoletazo de salida el 1 de octubre, sea más generosa que las dos anteriores. De momento, las esperanzas son buenas: ha llovido mucho y ha habido un sol amable, pero también ha habido granizadas en zonas de Jaén que han tirado mucha aceituna al suelo.
Nadie se ha atrevido aún a hacer pronósticos de cómo será la campaña de 2025. Se estima mejor que las dos pasadas, pero sin aforos públicos que aún se lancen con el órdago, resulta una temeridad aventurarse a dar cifras.
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