Hacer una pizza casera, preparando nuestra propia masa de pizza casera desde cero, es todo un placer incomparable a cualquier precocinado. Eso no lo vamos a discutir. Pero tampoco vamos a negar que las pizzas precocinadas nos salvan de más de un apuro. Y las hay más que decentes, siempre que uno no tenga las expectativas tan absurdamente altas como esperar a que se puedan comparar a una artesanal de pizzaiolo profesional.
Claro que siempre podemos dar un paso más allá y no limitarnos a encender el horno, abrir el cartón y quitar el plástico. Mejorar una pizza congelada no es en absoluto complicado, y podemos hacerlo de muchas maneras diferentes, incluso improvisando un poco sobre la marcha. El instinto, en términos de gochez, no suele fallar, aunque sí podemos errar por exceso aventurero. Tampoco se trata de crear un engendro incomestible.
Partiendo de que escogemos una pizza ultracongelada de calidad, o, al menos, que sepamos que nos gusta o que va a ser tolerable, siempre se le puede dar un toque personal, según todo lo que queramos complicarnos. Con añadir un par de cosas ya podemos lograr una mejora más que notable, creando nuestra propia pizza al gusto. No hay que constreñirse a la oferta limitada por las marcas.
Huye de las pizzas refrigeradas
Este primer consejo parece innecesario, ya que partimos de pizzas ultracongeladas. Pero puesto que las refrigeradas siguen ocupando una buena oferta en los supermercados, nos parece relevante remarcarlo.
Jamás hemos probado una de esta categoría que sea mínimamente decente. No son basura incomestible -aunque hay marcas que rozan el límite-, pero suelen ser de ínfima calidad. Una especie de masa demasiado esponjosa, ingredientes de calidad ínfima, un horneado muy pobre, regustos raros... Es mejor prepararse una pizza falsa con base de pan de molde o hacer una pizadilla.
Evita las pizzas con mucho queso, y añádelo tú
El queso de las pizzas precocinadas suele dejar mucho que desear. Evita las variedades tipo cuatro quesos o que destaquen el lácteo en su caja, y selecciona mejor aquellas con menor cantidad, pero de más calidad, y añade tú el queso en casa, escogiendo el que te guste.
Realmente casi cualquier queso es apto para hornear la pizza, y por supuesto serán mejores los que ralles al momento. Evita los falsos quesos tipo "producto especial gratinar/pizza" y prioriza los de calidad que fundan bien y resistan altas temperaturas, como un semicurado o curado, emmental, gruyére, tetilla o San Simón da Costa, provolone, cheddar, havarti, algún azul... y combínalos como quieras, sin excederte.
Duplica ingredientes
Hay ocasiones en las que una pizza de supermercado peca por defecto. Ahorran en costes y se quedan cortos en las cantidades de ingredientes. La solución es sencilla: duplica o tripica su presencia.
Los más típicos son el jamón cocido o asado, beicon, pollo, gambas, piña, pepperoni, atún, hortalizas y verduras... Si la masa es pobre, además, son los ingredientes que la coronan los que tendrán todo el protagonismo. Pero tampoco hay que pasarse, nadie quiere llenarse de golpe con dos bocados de pizza.
Añade toppings
Sin necesidad de complicarte mucho, puedes personalizar la pizza con uno o dos ingredientes extra que le den otra personalidad al producto. Puedes aprovechar cosas a las que tengas que dar salida pronto, como sobras de pollo asado, o jugar con tus sabores favoritos.
Prioriza los ingredientes que son bombas de sabor y cargados de umami, como unos tomatitos, tomate seco en aceite, buenas aceitunas o tapenade, anchoas, sardinillas, jamón u otra chacina curada, salami, pegotes de sobrasada, foie o paté, alcaparras y pepinillos, carne de salchicha o longaniza fresca, setas y champiñones frescos o rehidratados, cebolla en aros, ajo confitado, trufa negra, tocino ibérico, huevos, etc.
Dale un punto exótico
Más allá de los toppings más clásicos y mediterráneos, juega con sabores y aromas más exóticos que nos llevan a Asia para experimentar un poco y ganar en sabor. Kimchi, mayonesa japonesa, salsa de soja o teriyaki, chile o guindilla fresca o en copos, aros de cebolleta, katsuobushi, aceite de sésamo, shichimi togarashi, algas, jengibre fresco o encurtido, cilantro fresco, brotes de soja, salsa tailandesa... seguro que tienes más de uno de estos ingredientes en la despensa.
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Aliña y salsea
Casi todo en esta vida mejora con un chorretón de buen aceite de oliva virgen extra antes de servir. Usa el mejor que tengas o una variedad bien aromática, en crudo, o utiliza algún aceite aromatizado, por ejemplo con hierbas, guindilla, ajo o pieles cítricas.
También puedes hacer el aceite de hierbas al momento triturándolo con un puñadito de albahaca, orégano, cilantro, perejil, romero, tomillo... o usar sobras de salsa pesto. Las vinagretas y otros aliños de ensalada también le pueden ir muy bien, alguna salsa picante como el mojo canario, la sriracha o la harissa, unas gotas de Tabasco, algo de chimichurri... simplemente procura que la salsa sea coherente con el sabor de la pizza.
Enriquece con especias
También para añadir ya al salir del horno, para evitar que se quemen, agrega pimienta negra recién molida, un poco de pimentón dulce o picante, algo más exótico como el zataar o el ras el hanout, un poco de ajo en polvo, comino molido, etc.
Corona con mozzarella o burrata tras hornear
Los quesos frescos italianos por excelencia no deberían añadirse demasiado pronto en su forma más pura, y menos con una pizza precongelada. Si has comprado mozzarella o burrata auténticas, con DOP certificado, no querrás que se quemen en el horno. En una pizza 100 % artesanal, con un horno potente, el horneado es muy breve y se puede añadir la mozzarella sobre la salsa o tras un primer horneado de la base, pero en las congeladas lo tenemos mas difícil.
Cuela bien el suero y desmenuza el queso elegido directamente a mano justo al salir del horno, o cuando quede poco de cocción, para darle un punto de sabor y presencia muy especial a tu pizza congelada.
Adereza con hierbas frescas (o secas)
Otro ingrediente típico que tampoco hay que añadir antes de hornear; las hierbas frescas se chamuscan con una velocidad pasmosa. La clásica albahaca no falla, especialmente con una base de tomate, pero puedes jugar con otras que te gusten o combinarlas entre sí, e incluso añadir brotes como hojas de rúcula, canónigos, pamplinas, espinaca baby, lollo rojo o verde, etc.
Ojo, también las hierbas secas se queman fácilmente. El orégano de bote y sus congéneres, al final.
Utiliza una piedra o plancha celsius, o el suelo del horno
No hagas caso de las instrucciones del paquete y utiliza, si tienes, una piedra de hornear, o bien una plancha tipo celsius o cualquier utensilio especial de horno para masas de pan y pizza. El hierro fundido también le irá de fábula, y, por supuesto, un horno eléctrico especial como el Smart Oven para pizzas o de piedra y leña, si eres de los afortunados que disfrutan de uno en su terraza.
Si te gusta la pizza muy crujiente, hornéala directamente en el fondo, en el suelo del horno; solo ten cuidado con no derramar queso o salsa, o limpia bien en cuanto puedas para que no haga costra volcánica.
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Hornea a temperaturas muy, muy altas
Aprovecha el potencial de tu horno dándole más temperatura que la indicada por la caja, precalentándolo bien todo el tiempo que necesite antes -y haciendo lo propio con la piedra de hornear o plancha, si usas-. Salvo casos raros, como las pizzas refrigeradas o de mala calidad, le irá mucho mejor a cualquier pizza recibir más intensidad de calor.
En el caso de que la masa se haya hecho antes de que la cobertura esté en su punto, o le falte ese toque fundente, dorado y derretido, sube la pizza al nivel superior y conecta el gratinador unos instantes.
Compra solo la masa
De acuerdo, exige algo más de trabajo e inversión que simplemente mejorar una pizza completa, pero no hay que descartar esta opción. Hay masas precocinadas más que decentes en el mercado, y son muchas las panaderías y hornos artesanales que también las ofrecen. En crudo o precocida -mejor la primera opción-, solo tendrás que añadir la base y los demás ingredientes a tu gusto.
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