El otoño parece ser que es marrón, las hojas caen, hace viento… se acerca el invierno.
Yo, sin embargo no lo veo así… el otoño es de colores, de rojo suave de las parras vírgenes, de los caquis, de naranja de las flores de calabacín, de rojo fuerte de los últimos pimientos secándose en la mata… o en la fachada del cortijo.
Flores… Creo que ante tanta belleza las palabras sobran.
El otoño tiene el color del fuego de las primeras lumbres, los espectaculares colores de las puestas de sol de otoño. El otoño tiene el blanco de las primeras nevadas en las cumbres más altas y tiene el verde de las ortigas, creciendo con fuerza, tras las primeras lluvias.
Sin embargo el color más espectacular del otoño es el amarillo-naranja, chillón y espectacular, de las flores de calabacín.
En los últimos tiempos, con tanta innovación en la cocina, las flores han entrado a formar parte de las elaboraciones más sofisticadas. Podemos comprar flores en casi cualquier tienda de alimentación y deleitarnos con ellas añadiéndolas a nuestros platos.
En todas las épocas del año hay flores, solo es cuestión de averiguar cuáles y, salir al campo a recogerlas.
Ya sabemos que las venden, pero cogerlas directamente de la naturaleza es infinitamente mejor.
En esta época, finales de otoño, las flores por excelencia son las de calabacín y calabaza.
Estas flores además de alegrar nuestro plato con su esplendor de exuberancia y color, son muy saludables ya que contienen gran cantidad en retinol, vitamina A, la vitamina que nos cuida la vista, la piel, nos protege de las radiaciones solares, interviene en la formación de esteroides que son la base de las hormonas sexuales, por lo tanto y relacionado con ello, aumentan la fertilidad. Contienen además calcio y fósforo, minerales que nos ayudan a mantener los huesos y los dientes fuertes y sanos.
Podemos prepararlas de muchas formas, fritas, rebozadas, asadas, rellenas, en ensalada, en sopa, como guarnición…
Lo importante como con cualquier otro ingrediente, es dejarlo lucirse, no taparlo.
Las elaboraciones sencillas son, siempre, las más satisfactórias.
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