Seis reglas de oro para ser más sostenible al cocinar (sin tener que ir a la tienda eco)

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La sostenibilidad es un concepto que ha entrado de lleno en nuestras vidas y que se ha colado, literalmente, hasta la cocina. Pero, y si bien es algo importante, va más allá de consumir productos de temporada o de kilómetro cero: se construye a partir de pequeños gestos del día a día.

Una cuestión clave para ser más sostenibles en la cocina es reducir y minimizar al máximo el desperdicio de alimentos. A veces, casi sin darnos cuenta, desechamos comida que podría ser perfectamente útil. Bastan una serie de buenas prácticas como estas y un poco de disciplina para desterrar de nuestras rutinas el gesto de tirar comida.

1. Colocar los alimentos correctamente en la nevera

Todo empieza en el momento en el que hacemos y colocamos la compra. Si aprovechamos al máximo las posibilidades de nuestro frigorífico, aprovecharemos también al máximo las posibilidades de los alimentos.

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Por supuesto, lo ideal es conocer las funcionales específicas de nuestra nevera y congelador, pero, por norma general, lo más recomendable es colocar los alimentos crudos (como la carne o el pescado) en las baldas inferiores de la nevera: es la zona más fría y los conservará mejor; además, así evitaremos la contaminación cruzada.

Podemos reservar los estantes medios a los alimentos semielaborados y los productos lácteos, mientras que las baldas superiores serán las más indicadas para almacenar los quesos curados, los ahumados y los dulces, como un bizcocho o una tarta. ¿Qué hay de las frutas y verduras? Lo ideal es aprovechar los cajones de la parte inferior, aunque protegiendo los alimentos, en la medida de lo posible, de las temperaturas excesivamente bajas.

2. Etiquetar para controlar la caducidad

Si tenemos clara la fecha de expiración de un alimento, seremos más conscientes de que necesitamos consumirlo en unos días. Y si, además, observamos de un vistazo esa caducidad, estaremos más cerca de alcanzar nuestro objetivo.

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Para ello, nada como almacenar los alimentos en botes transparentes, que dejen a la vista el contenido, y etiquetarlos con la fecha de caducidad o de envasado. Los botes herméticos de cristal, como el modelo KORKEN (4 €) de IKEA, o los botes con tapa, como este de la colección IKEA 365+ (2,50 €) cumplen esa función.

3. Conservar en recipientes de cristal

Una vez que ya hemos cocinado un plato o unos alimentos aislados, a modo de guarnición, lo ideal es conservarlos en botes y tápers de cristal, como los de la serie IKEA 365+ (desde 1,50 €), disponibles en un amplio abanico de tamaños y con tapas tanto herméticas como de madera.

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¿Por qué de cristal? Este material es más respetuoso con el medio ambiente; además, se limpia mejor que el plástico, lo que garantiza un menor desperdicio de agua. Por otro lado, los tápers de vidrio se impregnan menos de los olores, conservan mejor la comida y, en la mayoría de los casos, son recipientes aptos para el horno. También se desgastan menos que los de plástico y duran más tiempo, lo que, a largo plazo, se traduce en un ahorro en la economía doméstica.

4. El congelador, todo un aliado

Si sobra comida y no pensamos consumirla en el corto plazo, bastará con congelarla para evitar su desperdicio (de lo contrario, pasados un par de días en la nevera, tendremos la tentación de deshacernos de ella).

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Congelar alimentos también tiene su miga y, de nuevo, nada como el orden para ayudarnos a alcanzar el objetivo de minimizar el desperdicio. Podemos guardar en él alimentos ya cortados, como cebolla, pimientos u otras verduras, y sacarlos un tiempo antes de cocinarlos. En ese caso, los recipientes ideales para almacenarlos serán las bolsas reutilizables ISTAD (2€/60 unidades), aptas para el congelador, ocupan muy poco y permiten tener a la vista aquello que hemos congelado.

5. Sí rotundo a la cocina de aprovechamiento

La sostenibilidad también pasa por algo tan arraigado en la cocina tradicional como es el aprovechamiento. “Aquí no se tira nada”, era la frase de muchas abuelas, que convertían los restos del pollo en unas exquisitas croquetas y la peladura de un limón en un ambientador natural.

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Hacer nuestra esa filosofía y dar una nueva vida a los alimentos que ya parecen haber dejado de ser útiles será un paso más hacia la sostenibilidad. Unas fresas mustias en la nevera pueden convertirse en una exquisita mermelada casera, y unas verduras u hortalizas, como cebolletas o zanahorias, pueden transformarse en unos encurtidos deliciosos.

¿Cómo conseguir que esas nuevas elaboraciones, de las mermeladas a los encurtidos, vivan en la nevera durante semanas en perfecto estado? Almacenándolas en botes herméticos, como estos de la serie KORKEN en versión mini (4€/3 unidades).

6. Batch cooking, un ahorro de tiempo y energía

De un tiempo a esta parte, una de esas tendencias bautizadas con nombre anglosajón se ha hecho un hueco en nuestro vocabulario: el batch cooking. Consiste en cocinar un día y preparar alimentos para toda la semana o para varias jornadas.

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Este método se basa en elaborar platos versátiles y de larga duración, pero también en el ahorro de energía. Porque, si encendemos el horno para preparar una parrillada de verduras que conservar durante toda la semana en el frigorífico, podemos aprovechar ese mismo calor para hornear un bizcocho para el desayuno.

De nuevo, la clave de una óptima conservación de los alimentos estará en el uso de los tápers y botes adecuados, los que nos permitirán guardar unos champiñones ya cocinados durante días: estarán listos para calentar y consumir, y esto también nos ayudará a seguir una alimentación más sana.

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Adoptar el método batch cooking no significa dar salida, en una misma tarde, a todos los alimentos frescos que tengamos en casa. Podemos dosificar su uso y conservarlos con la ayuda de las campanas de alimentos de silicona ÖVERMÄTT (4€), muy útiles para guardar ese medio calabacín que ha sobrado, pero también la media naranja que no hemos empleado para el zumo del domingo.

Adelantarse a la caducidad de los alimentos y conservarlos correctamente serán las dos grandes máximas para evitar en casa el desperdicio de comida y, así, hacer de nuestra cocina (entendida como lugar físico y como proceso) un espacio más sostenible.

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