Hará alrededor de año y medio que probé estos macarrones de Bilbao por primera vez. Formaron parte de la mesa dulce que montamos con motivo de un encuentro de blogueros, celebrado en Madrid en Octubre del 2013. Desde entonces, no los había vuelto a comer. Ni siquiera había vuelto a pensar en ellos, a pesar de lo mucho que me impactaron y de lo mucho que me gustaron.
Esta mañana, durante la clase de pastelería en la Escuela, me ha tocado hacer "macarons". He intentado hacerlos en más de una ocasión, pero nunca me han salido bien del todo. Hoy no ha sido diferente. Así que, mientras maldecía un poco y soltaba toda clase de improperios, me he acordado de la receta de los tradicionales macarrones de Bilbao, de lo sencillos que son de preparar (nada que ver con los franceses) y de lo sabroso que es el resultado. Así se elaboran.
En un recipiente hondo y amplio, mezclamos la almendra molida, el azúcar glas y la canela molida. Agregamos la clara de huevo, el zumo de limón y mezclamos, nuevamente, con la mano. Tenemos que obtener una masa de textura pegajosa, pero compacta. Que se pegue a los dedos, pero que tenga cierta solidez. Es posible que necesitemos añadir más almendra molida en caso de tener una masa muy blanda, o más clara de huevo en caso contrario.
Cuando nuestra masa tenga la textura deseada, tomamos pequeñas porciones de la misma y las boleamos. Después las pasamos por azúcar, cubriéndolas por toda la superficie, y las colocamos sobre una bandeja de horno, cubierta con papel sulfurizado. Ligeramente separadas entre si porque, con el calor del horno, crecerán un poquito. Las aplastamos con la palma de la mano, suavemente.
Introducimos la bandeja en la parte central del horno, que tendremos pre-calentado a 200ºC y cocemos durante, aproximadamente, 8-10 minutos o hasta que comiencen a tomar color. Retiramos, pasamos los macarrones a una rejilla metálica y dejamos atemperar antes de consumir.
Con qué acompañar los macarrones de Bilbao
Los macarrones de Bilbao tienen una textura exterior crujiente, que esconde un interior suave y ligeramente blando. Son deliciosos recién hechos, en templado, cuando su aroma a canela los acompaña con mayor intensidad. Perfectos para acompañar el café o té de media tarde, para ese momento en que apetece algo dulce sin excederse. Lo malo, es que es comer uno y no poder parar. son muy tentadores.
