En mi casa los dulces nunca faltaban y la receta de las rosquillas caseras de anís de mi madre es una de las más preciadas que guardo. Se tomaban durante todo el año, pero especialmente desde carnavales hasta pasada la Cuaresma estaban mucho más presentes. Como otros postres gallegos se suelen aromatizar con anís, como en este caso, o aguardiente u orujo de la casa.
Estas rosquillas son blanditas porque como veréis la masa lleva la harina justa y por ello para manejar mejor la masa la dejo reposar en la nevera un ratito. Suelo hacer la masa por la noche y así por la mañana frío las rosquillas tranquilamente o bien si tengo mucha prisa, enfrío la masa en el congelador un rato. Son similares pero distintas en su textura y sabor a las rosquillas caseras más tradicionales de Semana Santa.
En un cuenco grande montamos los huevos con el azúcar y las ralladuras. Agregamos la leche, el anís y la mantequilla derretida cuando esté tibia. Mezclamos la harina con el impulsor y lo echamos tamizado sobre la masa. Unimos todo hasta formar una masa blanda. Envolvemos en film transparente de cocina y refrigeramos durante un par de horas.
Sacamos la masa de la nevera y formamos bolitas de igual tamaño, un poco más grandes que una nuez. Estiramos cada bolita en forma de rulo, unimos y freímos por ambos lados en el aceite caliente. Pasamos a un plato con papel de cocina absorbente y una vez que las rosquillas están frías las espolvoreamos con azúcar glas.
Con qué acompañar las rosquillas caseras de anís
Las rosquillas caseras de anís son riquísimas, así que poco más necesitan que un café o taza de leche para degustarlas. Mi madre le hacía un baño de glasa de azúcar pero como siempre lo retiraba pues me he acostumbrado a hacerlas poniendo azúcar glas, pero esto es opcional, como si las queréis rebozar en azúcar y canela como las torrijas.