Ya que la moda de las tartas de queso parece inagotable, es hora de reivindicar sus versiones saladas. Porque además hay recetas con mucha más tradición y apego cultural que el postre dulce, como descubrirá rápidamente cualquiera que visite Suiza por primera vez. En el país helvético es fácil encontrar en cafeterías, restaurantes, puestos callejeros y supermercados una tarta salada local que gusta tanto para un almuerzo rápido como para la cena, y es todo un clásico también en mi casa.
Y aunque está omnipresente por todas partes, ya sea en versión completa o porciones, en realidad es muy fácil de hacer en casa. La tarta salada de queso suiza o käsewähe hace las delicias de los grandes amantes del queso y tiene la ventaja de poder adaptarse al gusto de cada cual, con sabores más fuertes o más suaves, según el tipo de queso que usemos.
En Suiza, obviamente, mandan los quesos helvéticos, siendo habitual la mezcla de Gruyère con Emmental o Appenzeller, idealmente combinado curado y semicurado, rallados. El relleno también puede llevar cebolla o cebolleta, aunque mi padre me desheredaría si se me ocurriera ponerle, jamón cocido o speck, u otros ingredientes para enriquecer.
Aunque la masa de la base es una especie de masa quebrada o masa brisa neutra más fina y con menos mantequilla, pero queda también muy rica con masa de hojaldre refrigerada, y nos ahorra un paso importante. El resto es coser y cantar: mezclar todo, verter en el molde sobre la masa, y hornear. Debe quedar muy dorada por encima, tostada y caramelizada, contrastando con el relleno cremoso, pero jamás medio crudo. Una käsewähe siempre va bien cuajada.
Una porción es bastante saciante, así que resulta ideal para compartir y acompañar con una ensalada o cualquier guarnición de verduras ligera, como una ensalada de pimientos asados o un sencillo pisto de verduras.
En DAP | Malakoffs o buñuelos de queso
