Estoy convencida de que el congelador es un gran aliado a la hora de ahorrar esfuerzo y dinero. Aunque no se tenga un espacio ilimitado para conservar en frío los alimentos, con un mínimo de organización pueden conseguirse unos resultados espectaculares. De todos los trucos que he ido aprendiendo de mi experiencia en la cocina, considero que los diez consejos para ahorrar congelando que detallo en esta entrada son fundamentales para la economía doméstica.
Lo que suelo tener principalmente en cuenta para planificar qué voy a congelar, es la estación del año en la que me encuentro, y así me aseguro de que los alimentos sean lo más frescos posibles. Y después, por supuesto, también valoro si hay algún evento familiar próximo (un aniversario, por ejemplo) o se acerca alguna fiesta especial (como Navidad o Semana Santa). Como no tengo toda la memoria que quisiera, anoto con un rotulador permanente la fecha de congelación, para evitar futuros imprevistos o sorpresas de última hora.
Congelar y ahorrar en la cocina
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En las ocasiones en las que he comprado demasiados huevos y está próxima su fecha de caducidad, los congelo. Si son huevos enteros o yemas hay que batirlos (con media cucharadita de te de azúcar o sal por cada seis huevos o yemas, para que no espesen). Se conservan en recipientes o cubiteras, indicando si llevan sal o azúcar y la cantidad de huevos o yemas que contienen. Para congelar las claras, no hay que batirlas previamente ni añadir nada, se congelan directamente. Los huevos se mantienen congelados hasta seis meses.
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En temporada de hierbas, hago unos manojitos de laurel, perejil y tomillo sujetándolos con una cuerdecita de algodón y dejando un largo suficiente para atarlo al asa de la cazuela y sacarlo una vez hecho el guiso. Congelo cada manojito en una bolsa de congelación. Se conservan hasta un año.
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Para ahorrar tiempo por las mañanas, en las que coincide la hora en que mis hijos entran al colegio con el inicio de mi jornada laboral, suelo dedicar una tarde de la semana para hacer bocadillos para su desayuno y luego los congelo por separado. Unto el pan con mantequilla y añado una loncha de queso o embutido (no todos los rellenos congelan bien). La noche antes saco el bocadillo del congelador y lo guardo en la nevera, a la mañana siguiente estará ya descongelado y listo para comer a la hora del recreo.
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Normalmente sale más a cuenta comprar pollos enteros que por partes. Le pido al carnicero que les retire la piel y los deshuese antes de trocearlos o filetearlos. Las carcasas suelo usarlas para hacer caldo, y para que no me ocupen tanto espacio, una vez congeladas, como es indiferente que estén enteras o troceadas, las rompo con un rodillo o mazo.
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Cuando hay una comida o una cena especial, preparo cubitos de hielo decorándolos con un tirabuzón de corteza de limón, guindas, hojas de menta, etc. Si los cubitos son para niños, en lugar de agua utilizo zumos de fruta o tiño el agua con unas gotitas de colorantes alimentarios.
Congelar y ahorrar en reposteria
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Personalmente me da una pereza terrible rallar la piel de los limones para aromatizar, principalmente, tartas y pasteles. Como mis padres tienen en su huerta unos estupendos limoneros, aprovecho la temporada en la que hay excedente de éstos y rallo la corteza de todos los limones que puedo, guardo cada una en una bolsita individual y las congelo. Hago lo mismo, aunque en menor cantidad porque no suelo usar tantas, con las cortezas de naranjas. Cuando tengo que usarlas, saco una bolsita y añado el contenido directamente a la masa. Se conservan hasta un año.
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Ahorro tiempo para hacer tartas congelando las bases de masa quebrada. Preparo la masa, la extiendo sobre el molde, la congelo, y cuando ha endurecido lo suficiente la desmoldo (normalmente no la dejo congelar del todo antes de sacarla del molde porque puede romperse). Sale más a cuenta si se hacen varias a la vez y se guardan envueltas en bolsas de congelar. Para usarlas, las saco de las bolsas, las meto en el molde correspondiente (el mismo que utilicé para congelarlas) y las horneo sin descongelar. Se conservan hasta tres meses.
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Como ya expliqué en la receta de cookies de chocolate, al hacer galletas preparo más cantidad de masa y la congelo en rollos de unos cinco centímetros de diámetro, envueltos en papel film. Para usar la masa, dejo descongelar ligeramente uno de los rollos, corto tantas rodajas de medio centímetro como galletas quiera preparar y las horneo sin descongelar, diez o doce minutos. La masa se conserva hasta seis meses.
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Si hay algo que me molesta especialmente es tener que tirar alguna sobra. Por eso, cuando tengo que barnizar con huevo alguna tarta o empanada, para evitar tener que tirar más de la mitad del glaseado, bato dos huevos con 150 mililitros de leche y congelo la mezcla en recipientes para hacer cubitos de hielo, vertiendo en cada cubito la cantidad suficiente para barnizar una empanada o tarta. Sólo hay que dejar descongelar previamente el cubito y ya puede usarse el glaseado. Se conserva hasta seis meses.
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No siempre calculo bien la cantidad de nata de las recetas, por eso congelo la que me sobra. Si es nata semilíquida, agrego una cucharada de azúcar por cada 150 milímetros de nata, revolviendo con una cuchara (el azúcar actúa de estabilizante). Si es nata montada, la monto bien y la congelo antes de tapar el recipiente. La nata congelada suelo usarla para acompañar tartas. Se conserva hasta tres meses.
La verdad es que me cuesta imaginar mi vida sin este práctico electrodoméstico, que me permite planificar las comidas con la suficiente antelación, ahorrando tiempo y dinero. Suprimir su presencia significaría volver a los tiempos de nuestras abuelas, lo que nos obligaría a acudir diariamente al mercado para comprar los alimentos perecederos, algo casi impensable, y totalmente incompatible, con el ritmo frenético de la vida moderna. Por eso, espero que os hayan gustado estos diez consejos para ahorrar congelando y los pongáis en práctica pronto, estoy segura de que los agradeceréis.
Imágenes | Muffet, John Loo y Nina Matthews Photography en Flickr
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