España está llena de ciudades y pueblos que aún conservan sus antiguas murallas medievales, testigos de un pasado en el que la defensa era clave. Ávila es, sin duda, quizá la más icónica de todas, con su impresionante recinto amurallado perfectamente conservado.
Lugo, con su muralla romana declarada Patrimonio de la Humanidad, también se lleva gran parte de la fama. Pero no solo las grandes ciudades cuentan con estos vestigios históricos. Hay pueblos más pequeños que aún conservan sus recintos amurallados casi intactos, como Nules, en Castellón, o Daroca, en Zaragoza, ambos con estructuras que recuerdan su importancia en tiempos medievales.
Sin embargo, no tanta gente conoce Montblanc, en Tarragona, un pueblo con un encanto medieval que nada tiene que envidiar a los anteriores. Situado en la comarca de la Conca de Barberà, en el interior de Cataluña, Montblanc es un tesoro poco explorado que parece sacado de una novela de caballeros y leyendas.
Su muralla, una de las mejor conservadas de toda Cataluña, rodea un casco histórico que transporta directamente a la Edad Media, cuando comenzó a forjarse la historia de Montblanc, que comienza en el siglo XII, cuando el rey Alfonso I decidió fundar esta villa para reforzar la frontera con los territorios musulmanes.

En poco tiempo, Montblanc se convirtió en un centro económico y militar clave de la región. Durante la Baja Edad Media, su crecimiento fue tal que llegó a ser la séptima población más importante de Cataluña. La muralla, construida entre los siglos XIV y XV, refleja ese esplendor.

Con una longitud de más de 1.500 metros, conserva más de 20 torres de defensa y varias puertas de acceso, como el Portal de Sant Jordi o el Portal de Bové. El material predominante es la piedra, y su aspecto imponente sigue recordando la importancia estratégica que tuvo en su momento.
Montblanc no solo destaca por su arquitectura medieval. Aquí, según la tradición catalana, se gestó la leyenda de Sant Jordi, el caballero que mató al dragón para salvar a la princesa.

La historia cuenta que un terrible dragón aterrorizaba la villa, devorando sus cosechas y ganados. Para calmar su furia, los habitantes decidieron entregarle una persona cada día, elegida por sorteo. Un día, la desgracia cayó sobre la hija del rey. Justo cuando la bestia iba a devorarla, apareció Sant Jordi, un caballero valiente que, con su lanza, atravesó el corazón del dragón. De la sangre derramada brotó un rosal, y el caballero regaló una de sus rosas a la princesa.

Esta leyenda sigue muy viva en Montblanc, especialmente durante la Semana Medieval de Sant Jordi, celebrada cada abril. Durante esos días, el pueblo se transforma en un escenario medieval con justas, desfiles y representaciones teatrales que recrean la hazaña del caballero.

Además, Montblanc es un destino perfecto para pasear por sus calles adoquinadas, visitar la iglesia de Santa Maria la Major o descubrir el antiguo hospital de Santa Magdalena.
Imágenes | Montblanc Medieval
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