Este es uno de los restaurantes más antiguos de Barcelona: Los Caracoles, fundado en 1835 y con una propuesta que sigue fiel a sus inicios casi 190 años después de arrancar.
Con permiso de Can Culleretes, fundado a finales de 1786 y con el título de restaurante más antiguo de la ciudad, Los Caracoles tiene a estos moluscos como enseña, lo que no quita que también los pollos asándose a l'ast en su vitrina sean otro reclamo ciudadano: parece que giran de forma infinita a sus puertas.
Este local está situado en pleno barrio Gótico de la ciudad, concretamente en el número dos de la calle Escudellers, y tal y como indica su nombre su especialidad son los caracoles aparte de las paellas.
Es mucho decir que este restaurante ya estaba abierto (y llevaba décadas sirviendo platos) cuando España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, pero también seguía al pie del cañón con las pistolera Semana Trágica y también durante las dos guerras mundiales. Incluso, atestiguó la creación de la Constitución traspasó todo el franquismo y ha sobrevivido a la crisis económica de 2008 y a la pandemia y la inflación de los tiempos actuales.
Pero aún más impresionante parece lo hondo que hunde sus raíces: nos remontamos más en el pasado, Los Caracoles vio incluso nacer el reinado de Isabel II, siendo esta menor de edad. También acompañó el nacimiento del movimiento obrero y de la Primera República.
Aparte de su longevidad, destaca su relevancia, pues por sus mesas han pasado ilustres invitados como la actriz norteamericana Ava Gardner, Charlton Heston, Lenny Kravitz, Jimmy Carter, Robert de Niro, Giorgio Armani, Joan Miró y también el celebre Salvador Dalí y su Gala, aunque también personalidades del mundo de la gastronomía como Ferran Adrià.
Pues bien, esta joya de la historia barcelonesa fue fundada en 1835 por parte de la familia Bofarull por lo que también recibía, y aún recibe el sobrenombre de Can Bofarull, una familia que ostenta el título de ser la saga más longeva en hostelería.
Una taberna con reservados
Agustí Bofarull y su esposa fundaron la taberna Can Bofarull, en la calle Nou de Sant Francesc número 3. Vendían vino a granel, aceite, licores, petróleo y jabón. La actividad en el puerto crecía gracias al comercio con Cuba, y esta taberna les iba muy bien a los marineros y descargadores de algodón para recuperar fuerzas con un trago de vino.
El establecimiento toma entonces el nombre de Los Caracoles por aclamación popular. El dramaturgo Àngel Guimerà es uno de sus clientes ilustres en aquel momento. Son los años de la Gran Guerra, la clientela es gente del barrio, bohemios, periodistas libertarios y algunos extranjeros, sobre todo marineros alemanes y franceses. En aquel ambiente, La Belle Époque comporta la necesidad de los reservados, donde los señores de alta alcurnia dejaban ir la imaginación –y los instintos- entre bocado y bocado del almuerzo o la cena.
Ya hacia los años 30, deja atrás su etapa como taberna, adquiere categoría de restaurante, y amplía su espacio con una plancha a pie de calle para cocinar pajaritos, cabezas de cordero y cazuelas de cap i pota. El hito congrega cada día decenas de curiosos y, al dificultar el tráfico en la calle, por orden municipal, la cocina se traslada al interior, lo que da lugar a la rotisserie más famosa de la ciudad, en un ingenio pionero precursor de los pollos a l’ast.
Al inicio de la Guerra Civil, Los Caracoles es colectivizado por los anarquistas. De forma pacífica, los Bofarull se quedan como encargados del local. Durante el conflicto permanecen abiertos y en 1937, con los bombardeos sobre Barcelona, reciben una multa por tener una iluminación excesiva.
En los años 50, los salones privados de Los Caracoles se forjan una fama merecida y sus paredes son testigo de todo tipo de encuentros. Los Caracoles mantiene hoy en día un aspecto prácticamente igual que el que tenía en los años sesenta. Lo primero que sorprende al comensal es una larga barra al traspasar la entrada.
Unos pasos más allá, una enorme cocina de carbón, la única que queda en Barcelona, a la vista y en medio del paso de los clientes, con la parte de abajo dotada de potentes hornos.
Comida tradicional
No hay diseño ni se le espera, sólo la cocina pura y dura. En sus platos sigue presentándose la comida tradicional catalana: ensaladas, carne, pescado, marisco y guisos para la memoria. Algunos, platos clásicos que cuesta de encontrar en una zona tan turística y con tanta cocina internacional.
Por ejemplo, destacan el Lomo de bacalao a la llauna, el rabo de toro deshuesado con parmentier de patata, los caracoles especiales y la tortilla abierta con gambas, pero también mariscada especial con bogavante.
Asimismo, sirven sopa bullabesa (en la carta desde 1925) y sopa de pescado, así como macarrones cardenal, canelones, paellas y arroz con conejo y caracoles. De postre, clásicos del siglo XX, como el postre pijama, profiteroles, biscuit con turrón, flan casero y crema catalana.
Los Caracoles
- Dirección: Escudellers, 14.
- Precio: 45 €
- Teléfono: 933 012 041
- Horario: De lunes a domingo, de 13 a 16 y de 19.30 a 23 horas.
Fotos | Los Caracoles
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