¿Quién puede resistirse a unas alitas de pollo fritas? Son el plato estrella en reuniones familiares, partidos de fútbol o una tarde cualquiera que quieras disfrutar de algo sabroso y fácil de comer. A todos nos gusta ese sabor jugoso por dentro y crujiente por fuera que solo la fritura parece ofrecer.
Pero, ¿y si te dijera que puedes obtener unas alitas igual de crujientes y deliciosas sin tener que recurrir a la grasa de la fritura? Sí, es posible, y todo lo que necesitas es un horno y un truco secreto que cambiará tu manera de hacer alitas para siempre. Ese truco es nada menos que el polvo de hornear.
El polvo de hornear no solo sirve para hacer que los pasteles suban en el horno. Este pequeño y humilde ingrediente tiene un poder asombroso cuando se trata de conseguir que la piel del pollo quede perfectamente crujiente, como si las hubieras freído en aceite. Lo puedes llamar también polvo gasificante, impulsor o, como casi siempre lo habíamos conocido, levadura química.
Si nunca lo habías considerado como parte de tu receta de alitas, es hora de que cambies de idea. El polvo de hornear elimina la humedad de la piel del pollo, lo que facilita que se dore y se vuelva crujiente al hornearse. Además, no altera el sabor del pollo ni lo hace salado, como podría hacerlo la sal.
La preparación de las alitas de pollo al horno es muy sencilla, y no necesitas una gran cantidad de ingredientes. Todo lo que necesitas son unas alitas de pollo, polvo de hornear, sal, pimienta y un poco de aceite de oliva para darles ese toque dorado al final. También puedes añadir tus condimentos favoritos, como ajo en polvo, cebolla en polvo o pimentón, para darle un toque de sabor extra a las alitas.
El primer paso es asegurarte de que las alitas estén bien secas antes de comenzar. Esto es muy importante porque, si las alitas tienen demasiada humedad, el polvo de hornear no podrá hacer su trabajo correctamente y las alitas no quedarán tan crujientes. Usa papel de cocina para secar bien las alitas.
Una vez secas, mezcla el polvo de hornear con la sal, la pimienta y los condimentos adicionales que hayas elegido en un bol grande. Asegúrate de que todo esté bien distribuido, ya que esto garantizará que cada alita quede perfectamente cubierta con la mezcla.
El siguiente paso es cubrir las alitas con la mezcla. Puedes hacerlo colocando las alitas en el bol y revolviéndolas bien hasta que todas queden uniformemente cubiertas con el polvo de hornear y los condimentos. Este paso es fundamental para conseguir una capa crujiente en cada pieza.
Ahora que tienes las alitas listas, el siguiente paso es preparar el horno. Precalienta el horno a 220 °C. Mientras se calienta, coloca una rejilla sobre una bandeja de horno.
La rejilla es clave porque permite que el aire circule alrededor de las alitas mientras se hornean, lo que ayuda a que se cocinen de manera uniforme y se mantengan crujientes en todos los lados. Si no tienes una rejilla, también puedes colocar las alitas directamente sobre la bandeja, aunque la rejilla siempre da un mejor resultado.
Antes de colocar las alitas en el horno, rocía las alitas con un poco de aceite de oliva. Esto les ayudará a dorarse aún más durante el horneado, dándoles un color dorado y una textura crujiente que todos deseamos. Coloca las alitas en la rejilla de manera que no se toquen entre sí, para que se cocinen de manera uniforme.
El tiempo de cocción también es clave para que las alitas queden perfectas. Coloca la bandeja en el horno precalentado y hornea las alitas durante unos 35 a 40 minutos. A la mitad de la cocción, es recomendable dar la vuelta las alitas para que se doren de manera uniforme por ambos lados. Si te gustan las alitas aún más crujientes, puedes dejarlas unos minutos más y estarán perfectas.
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