Hace unos meses pregonaba sin tapujos las bondades la fabada de lata. Bien, pues donde dije digo digo Diego, porque hoy vengo a afirmar algo que puede parecer lo contrario —aunque no lo es—, ¡Qué buena está la fabada de la abuela!
En realidad, no es que la fabada de lata este mala, sigo defendiendo que es uno los platos precocinados más fieles al original que existen, lo que pasa es que por el camino se pierden muchas cosas de la fabada que prepara la abuela (si es asturiana, mejor que mejor)
En primer lugar se pierde la expectación, ver a tu abuela poner fabes a remojo por la noche y saber el manjar que te espera al día siguiente no tiene precio. Te pasas la noche salivando como un perro delante de hueso.
En segundo lugar también desaparece el olor, ese aroma inconfundible que impregna toda la casa desde primera hora de la mañana. Porque la fabada bien hecha se cocina a fuego lento, les fabes no entienden de prisas.
Por ultimo, se pierde el ritual y la compañía. La fabada de lata viene en raciones individuales (o como mucho para dos o tres) y con el compagno —la chicha— ya mezclado. En cambio la fabada de la abuela implica al menos una pequeña reunión familiar, con el compagno en un bandeja pasando de mano en mano mientras la abuela sirve los platos en la mesa a gusto de cada cual.
No es que la fabada precocinada no este buena, pero es imposible enlatar todas las emociones y sensaciones que van asociadas a la fabada tradicional. Por eso me vais a dejar volver a exclamar: ¡Qué buena está la fabada de la abuela!
En Directo al Paladar | Qué rica está la fabada de lata
En Directo al Paladar | Receta de fabada asturiana