Los rosales son de una belleza extraordinaria cuando están cargado de flores a punto de eclosionar, justo cuando el capullo empieza a abrirse y se intuye el color de sus llamativas flores.
Ahora bien, cuando estas empiezan a estar abiertas de par en par y a ser retiradas, el rosal entra, sin duda, en otra fase estética.
Es importante podar estas flores para garantizar el aspecto de la planta, pero también para seguir estimulando su producción.
Según hacen los jardineros más veteranos, cuando las rosas hayan florecido es importante podarlas para garantizar que vuelvan a concentrar sus esfuerzos en la formación de flores tras el derroche de energía que ha supuesto la floración.
En concreto, es necesario cortar las flores marchitas, tomando un tallo largo (no solo la flor). En concreto, la experiencia de los jardineros dicta que hay que cortar las hojas por encima de la primera hoja verdadera.
Este tipo de hojas tienen cinco (y hasta siete) hojas pequeñas. Es decir, desde la flor que se ha marchitado hay que buscar la primera planta de cinco o siete hojas. Esta regla de poda también sirve para rosales que producen varios capullos en un mismo tallo y que tienen una extensa producción.
Poda sanitaria
Además, tras la poda de cada flor marchita se puede realizar una poda sanitaria para eliminar hojas y ramas secas y débiles, ayudando a sanear la planta de forma generosa.
Por otro lado, tras la floración de la planta puede llevarse a cabo una poda estructural de aquellas ramas estructurales que no den más ramas laterales.
Como en cualquier poda, es importante desinfectar bien las tijeras y esterilizar las herramientas para evitar la propagación de enfermedades.
Foto | Irina Iriser/Pexels
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