En 1920, Hans Riegel, un trabajador de una fábrica de confitería de la ciudad de Bonn en Alemania decidió que ya era hora de mejorar su situación económica y montar un negocio por su cuenta. Con un equipo básico que consistía en unas bolsas de azúcar, un aparato hervidor de agua, rodillo y una losa de mármol para enfriar sus productos comenzó, ayudado por su mujer, a elaborar caramelos duros que eran repartidos transportándolos en su bicicleta. Así se fundó Haribo, la empresa formada por este matrimonio y que significaba Hans Riegel de Bonn.
Tras dos años de penurias y viendo que su negocio no avanzaba, decidieron que había que dar un giro a su producto y comenzaron a fabricar pequeños ositos de goma blanda con sabor a frutas más del gusto de los niños. A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Haribo ya contaba con más de 400 empleados y producía diez toneladas de ositos de goma todos los días. Había nacido un clásico que ha llegado hasta nuestros días, y es qué, ¿quién no se ha comido alguna vez una de estas gominolas de colores?
Pero los ositos de gelatina traspasan fronteras y ya no solo son un mero confite para disfrutar los más pequeños, si no que forman parte de la inspiración de pintores, escultores y artistas. Y es que estas pequeñas chuches son tan bonitas como dulces, así que no es de extrañar que muchos disñadores hayan querido trabajar con el concepto del ositos de goma para sus proyectos.
Prueba de ello es esta espectacular lámpara de suspensión Candelier, que el diseñador neoyorkino Kevin Champeny elaboró para la empresa de mobiliario de diseño Jellio. La lámpara se presenta en dos tamaños, una más pequeña de aproximadamente cuarenta y cinco centímetros de diámetro formada por unos 3000 ositos y otra de tamaño más grande que ronda los setenta y cinco centímetros y que se ha fabricado con más de 5000 ositos.
Y es que estas piezas no son únicas ni de museo aunque si ciertamente exclusivas, ya que se ha fabricado una serie de diez lámparas en total que se venden a unos 6500 dólares aproximadamente, por lo que constituyen un auténtico capricho.
Eso sí, la lámpara Candelier es un placer para tu casa no para tu estómago, pues aunque muy reales, los 5000 ositos son de material acrílico, fundidos y ensamblados a mano. Material que por otra parte se agradece, pues no me podría imaginar los verdaderos ositos gelatinosos colgados en medio de una habitación en un caluroso día de verano. Pero si este detalle no te importa y quieres tener tu propia lámpara Candelier como recuerdo a tu infancia, siempre te quedará la opción de con tiempo y una aguja ponerte a ensamblar ositos Haribo para diseñar tu creación más personal.
Más información | Kevin Champeny En Directo al Paladar | Bite me, la lámpara comestible de Víctor Vetterlein En Directo al Paladar | Light au lait. Lámparas hechas con pocillos de café