Desconozco si mi relación con el calabacín puede llegar a considerarse adictiva. Lo cierto es que durante todo el año consumo mucho (y cuando digo mucho, es muchísimo) calabacín.
Ya en verano, tengo la suerte de poder contar con calabacines que me regalan familiares y amigos en el pueblo que acaban convirtiéndose en cremas, en sopas, en fritos, y dando vida a un montón de recetas en las que nunca falta el pisto, también en el francesísimo ratatouille o, si volvemos a poner el pie en España, yendo a las murcianas maneras del zarangollo.
Sin embargo, lo que os voy a presentar es una receta italiana sencillísima que tiene el calabacín como protagonista, y que es muy típica de Toscana. Más concretamente, de la provincia de Luca, donde se hace esta especie de tarta o bizcocho a base de calabacín y harina.
El nombre en cuestión es scarpaccia y como veis tiene una apariencia de tarta de cierta rusticidad que solo lleva calabacín, cebolla, harina y aceite de oliva. La buena noticia de la receta es que también es una receta apta para celíacos o intolerantes al gluten, pues lo normal es que se haga con harina de garbanzo o con harina de maíz.
Misterio tiene más bien poco. Lo único que hay que hacer es cortar el calabacín en rodajas, tan finas como queráis, pero yo prefiero que sean más pequeñas porque se va a cocinar antes y porque nos va a dejar ese perfil jugoso que lo hace tan interesante. Junto a ellas, doráis un poco de cebolla en la sartén.
Una vez listo, preparáis la masa de la harina. En este caso, sin gluten, pero si no tenéis problema con la harina de trigo, también podéis hacerlo. Basta con mezclar unos 250 ml de agua por unos 180 gramos de harina, mezclando la masa para que no quede grumosa, habiendo añadido previamente la sal, la pimienta y el aceite de oliva a la mezcla.
Añadís en ese bol las verduras cocinadas y pasáis todo a una bandeja de horno, forrada con papel de horno, o a una fuente de vidrio que tolere el calor del horno, lubricando las paredes con aceite de oliva para que la masa no se pegue.
Hay que compactar la scarpaccia, para que que quede como una especie de tartita. Ya por encima agregáis pan rallado, aceite y queso –si queréis– y lo horneáis durante media hora en un horno precalentado a 200 ºC, tiempo suficiente para poner en marcha una receta facilísima para innovar con los calabacines.
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