La lluvia en Sevilla es pura maravilla, pero las naranjas amargas que ves a finales de invierno por sus calles no, o no una maravilla gastronómica que podamos comernos con tranquilidad. No le pasa solo a Sevilla, claro, sino a todas esas ciudades del levante y sur peninsular que están enjaezadas con lustrosos naranjos.
Sin embargo, al contrario de lo que podría parecer, las razones por las que no se pueden consumir de forma normal son más variadas de lo que solemos creer. Ciertas razones aluden a la especie de naranjo de la que se trata, pues no es placentero para comer tal cual.
Otras, además, también apuntan al entorno urbano en el que crecen estas naranjas y que, como es lógico, no es el más indicado para ningún tipo de producto comestible. Sin embargo, eso no quita que sean árboles muy cotizados en las calles andaluzas.
Imposible no pensar en el fresco olor a azahar que impregna las calles o en los jugosos naranjas que oscilan entre sus ramas, siempre con cuidado de que no se nos caiga alguna de estas piezas o, peor aún, tropecemos con ellas.
No obstante, no nos deberíamos estar comiendo de forma normal estas naranjas por una sencilla razón organoléptica: son amargas. Conocidas a veces como naranjas bordes, las naranjas amargas son el fruto del Citrus aurantium o naranjo amargo, que es el hermano 'arisco' del Citrus × sinensis (naranjo chino o naranjo dulce) y del que sí nos comemos sus frutos.
Eso no quita que a nivel ornamental, estos naranjos sean muy lúcidos, pero su fruto es extremadamente amargo y poco gustoso al paladar, razón por la que su uso no va destinado al consumo en fresco. Sin embargo, es habitual que este tipo de naranjas se utilicen a nivel industrial para hacer mermeladas o utilizar sus hojas para tés y sus aceites esenciales se utilicen en perfumería y cosmética.
No obstante, el destino principal de todas estas naranjas callejeras es la de abono natural tras convertirse en compost, pues tampoco son naranjas aptas para consumo humano —fueran dulces o amargas— porque la piel de la naranja absorbe gases nocivos de la polución urbana —como el plomo— que la hace inviable para que la disfrutemos tal cual.
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¡Ojo! Hablamos solo de las naranjas de la calle. Hay naranjas amargas cultivadas con tal fin para ser convertidas en mermeladas y confituras que sí se pueden tomar sin problemas. Siempre y cuando tengamos claro cuáles van a ser sus matices.
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