Es la comida habitual de ballenas, pingüinos, focas y muchas aves marinas. Este pequeño crustáceo, similar en aspecto a una diminuta gamba, crece en aguas australes en inmensas cantidades, siendo la mayor reserva de biomasa del mundo. Solo en la Antártida se calcula hay entre 50 y 150 millones de toneladas de krill en espesos bancos de una densidad de 20 kilos por metro cúbico de agua de mar. Su abundancia, así como sus demostradas ventajas para la salud, podrían convertir al krill en el alimento del futuro.
Se trata de una fuente prácticamente ilimitada, aunque ya hay regulaciones para evitar su posible sobreexplotación, como las impuestas desde 1993 por la "Commission for the Conservation of Antarctic Marine Living Resources". Actualmente se aprovechan como alimento para peces en acuarios y acuicultura, como cebo de pesca y en la elaboración de productos farmacéuticos. Solo los japoneses lo consumen como alimento de forma habitual, lo llaman okiami, y lo usan en sopas y ensaladas. Pero su uso más frecuente es en extracto seco, usado como suplemento dietético por sus propiedades nutritivas y medicinales.
Su alto contenido en proteínas de alto valor biológico convierte al krill en la mayor reserva proteica del planeta. Además es el producto marino con mayor potencial antiaterogénico, gracias a sus bajos niveles de colesterol y alto contenido en ácidos grasos omega-3, de demostradas ventajas para la salud de arterias y corazón. Además parece demostrado que bajan la tensión arterial e incluso serían beneficiosos en la prevención de ciertos tipos de cáncer.
También la combinación de vitaminas A y E, junto con un pigmento responsable del color rojo de estos crustáceos, procedente del plancton, tiene un alto poder antioxidante no alcanzado por ninguna otra fuente natural. Quizás dentro de unos años, cuando tristemente hayamos esquilmado otras reservas naturales, el krill sea la base de nuestra alimentación. A los pingüinos les va muy bien, desde luego.
Vía | Alimentación en Consumer Eroski. En Diario del Viajero | Ya llegaron las ballenas a la Patagonia. Fotos | Krill in New Zealand's Marlborough Sounds