Es una tentación ecosostenible reutilizar infinitas veces una botella de plástico para beber agua. Al fin y al cabo, qué pena que que su vida útil quede solamente circunscrita a cuatro sorbos.
No obstante, las botellas no tienen un uso infinito y, aparte de estar limitado en el tiempo por la degradación de sus productos, es muy importante desinfectarla en cada relleno para evitar la presencia de bacterias y microorganismos, también en el caso de las de vidrio.
Lo más habitual es que, pese a limpiarlas después de cada vaciado, la limpieza no quede correctamente hecha al ser demasiado laxa y superficial. No basta con pasarles un agua y listos, pues es importante actuar contra estas bacterias.
Para limpiarlas, lo más importante es verter agua jabonosa en su interior, de manera que nos aseguremos que llegamos a todos los rincones del envase. Después, hay que enjuagar perfectamente con abundante agua hasta lograr retirar todo el jabón que queda atrapado dentro de la botella.
En cuanto a la desinfección, no basta con haberla sometido a jabón, sino que hay que llenar de nuevo la botella y poner en este agua unas gotas de lejía alimentaria (de venta en todos los supermercados) y que terminará con los patógenos y microorganismos presentes en esta.
Este paso consiste básicamente en añadir un poco de cloro activo, con concentraciones de entre 35 y 60 gramos por litro, presente en este tipo de productos.
Su poder desinfectante es capaz de destruir e inhibir en gran medida todos los microorganismos: bacterias, virus, mohos, levaduras, esporas, algas y protozoos.
Tras este proceso es importante garantizar que la botella se seque al aire, sin quedar humedad atrapada en su interior, de manera que se rompa el ciclo de la humedad que alberga cualquier tipo de microorganismo.
Foto | Steve Johnson
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