El objetivo principal de El Día Mundial del Veganismo es compartir y difundir los valores de la forma de vida vegana, porque va mucho más allá de no comer carne o pescado. Por desgracia, sé que ocasiones como esta levantan actitudes muy radicales en ambos bandos. La comprensión y el respeto deberían primar, porque son la ignorancia y el desconocimiento los alimentan la polémica.
Quizá parte del rechazo que muchos sienten hacia el veganismo sea consecuencia de otra tendencia peligrosa: lo vegetariano y vegano se han puesto de moda. Parece que ser vegano es lo que se lleva ahora, y la imagen que vende la publicidad y los medios es que, si te apuntas al veganismo, estarás más sano o lograrás adelgazar. Pero no, vegano no implica saludable, y creerlo puede ser peligroso.
De nuevo, una moda peligrosa
Parece que no salimos de una moda y ya surgen tres o cuatro más. Sí que hay una tendencia clara en los últimos años, las llamadas dietas healthy; un supuesto estilo de vida saludable que normalmente cuentan con el respaldo de los famosos o influencers de turno. Ha pasado con el gluten, con los lácteos, y está pasando con las dietas vegetariana y vegana.
Pero el veganismo no es una dieta entendida como tal. Claro que puede ser muy saludable, pero para eso habría que plantearla desde los preceptos de una alimentación sana de verdad, basada en productos frescos, nutritivos y variados, sin excesos. En resumen, lo de siempre: comida real adaptada a las necesidades individuales, sin procesados.
El problema es que al convertirse en tendencia, la industria alimentaria ha visto otro apetecible pastel del que sacar tajada. Solo hay que fijarse en la oferta de cualquier supermercado: de pronto hay una sección especial de productos vegetarianos y veganos, y no deja de crecer. Y todo cuando hasta hace pocos años era una odisea encontrar algo de tofu.
La etiqueta “vegano” no quiere decir que sea saludable
Si hacemos la compra con la idea preconcebida de que toda la comida vegana será sanísima y estupenda para mantener la línea, podemos fácilmente conseguir todo lo contrario. Nunca se puede bajar la guardia como consumidor, y menos en las grandes superficies.
Vegano, veg friedly, 100% vegan, sin productos animales, 0% carne, veggie, plant based... son sellos y declaraciones que aparecen bien visibles para llamar la atención del consumidor. Pero nunca hay que quedarse con las palabras más grandes: siempre tenemos que leer la letra pequeña de las etiquetas. Un análisis de los ingredientes e información nutricional pueden darnos más de una sorpresa.
En ocasiones estos alimentos añaden el sello ecológico para reforzar sus supuestos beneficios, cuando realmente no quiere decir nada, nutricionalmente hablando. Sí es cierto que las marcas pioneras en el vegetarianismo se asocian también al mercado ecológico, e intentan no llenar sus productos de ingredientes procesados. Aún así, no conviene abusar de ellos.
Peor es la oferta desde que las grandes marcas han apostado por líneas de producto para captar a la población vegetariana y vegana. ¿Y qué encontramos? Procesados y más procesados, productos que supuestamente ofrecen una “alternativa vegetal” a todo lo que ya había en el súper: embutidos, quesos, hamburguesas, chocolates, dulces, salsas, precocinados, salchichas, helados, bebidas, cereales de desayuno, postres refrigerados, yogures de sabores, batidos, snacks salados, etc.
¿Por qué estos productos veganos y vegetarianos no son recomendables?
De nuevo, solo hay que leer las etiquetas,. Que no tengan ingredientes animales no quiere decir que vayan a ser alimentos saludables y ricos en nutrientes; al fin y al cabo, siguen siendo procesados. Y en ejemplos como el queso o el embutido, la versión vegana es aún más procesada: para imitar el queso se recurre a una mezcla de grasas vegetales, almidones, aromas y colorantes, entre otros ingredientes.
Es curioso que en este caso el queso “real” sea mucho más “natural” que la versión vegana. Y eso nos demuestra una vez más que el término natural es confuso, contradictorio y que realmente no quiere decir nada. Pero la industria se aprovecha y lo explota en su beneficio.
Con los que imitan a la carne y sus derivados ocurre lo mismo. Hamburguesas, salchichas, embutidos, nuggets y demás son elaboraciones ultraprocesadas que suelen contener mucha grasa, con demasiada frecuencia hidrogenada, mucha sal, almidones de mala calidad y un exceso de azúcar. Aunque tengan forma de salchicha, no es raro que el contenido en proteínas de estos alimentos sea ínfimo.
En los dulces, y postres lácteos no hay mucho más que añadir. Siguen siendo productos industriales cargados de grasas y azúcares. Que un yogur sea de soja no quiere decir que sea recomendable, siempre hay que priorizar los de sabor natural, sin endulzar. Y son los que menos abundan. ¿Y cuál suele ser la alternativa de la mantequilla en la bollería? Aceite de palma u otras grasas hidrogenadas.
No pasa nada por recurrir a estos productos de vez en cuando, siempre que se haga con conciencia de lo que estamos comprando y comiendo. Pero abusar de ellos puede crear carencias nutricionales y sobrepeso; sí, también hay veganos obesos. Parece una obviedad pero aún hay una parte de la población que cree que los vegetarianos y veganos son todos delgados y lozanos.
¿Qué implica realmente el veganismo?
Un vegetariano o un vegano no deja de comer productos animales porque no le gusten. El veganismo es mucho más que rechazar la carne o cambiar la leche por una alternativa vegetal, es un modo de vida con el que comprometerse en base a unos principios éticos, políticos o medioambientales. Es una forma de plantearse la vida y afecta a todos los ámbitos cotidianos, no solo a la hora de comer.
El veganismo es una actitud de respeto y protección a los animales, al medio ambiente y la naturaleza. Es llevar una vida en la que no se consuman productos ni utilicen objetos que impliquen crueldad o explotación de los animales. Nada de carne o pescado, tampoco huevos, lácteos o miel, ni pieles, cuero, perlas, lana o seda.
No se trata de ver a la naturaleza y el mundo animal como una película de Disney; la idea es plantear una forma de vida alternativa de respeto y sostenibilidad con el medio, porque lo estamos sobreexplotando, y la realidad es que la industria alimentaria es cruel. Pero también hay que ser sostenible con el consumo de vegetales, pues sería absurdo defender el medio ambiente si luego compramos cerezas de Argentina en el mes de diciembre.
La dieta vegana no es necesariamente más saludable, sobre todo hoy que la industria y los medios están desdibujando lo que realmente significa el veganismo. Renunciando a los procesados y apostando por la cocina casera, recuperando los principios reales del modo de vida vegano, sí será una alimentación sana y sostenible. Y además nos saldrá mucho más barato.
¿Estás planteando unirte al veganismo? Nuestros compañeros de Vitónica te pueden echar una mano con todo lo que necesitas saber para empezar.
Fotos | Marco Verch - iStock
En Directo al Paladar | Comer sin gluten sin ser celíaco: ¿qué sentido tiene?
En Directo al Paladar | Las mejores recetas tradicionales vegetarianas de España