Hace apenas unos días que desayunamos con la noticia de un nuevo engaño por parte de la industria alimentaria, concretamente en la industria del azúcar. El café de muchos se atrangantó al comprobar que, durante décadas, la industria azucarera había pagado a científicos y financiando sus estudios para que estos desligaran al azúcar como causa del desarrollo de enfermedades cardio-vasculares, en favor de las grasas.
Lejos de ser un caso aislado, existen muchas otras realidades basadas en trampas dentro de la historia del estudio científico de la nutrición. Todas ellas construidas sobre medias verdades que dejan al consumidor, cuando menos, confuso y desprotegido. Lamentablemente, este tipo de prácticas promotoras de la desinformación entre la opinión pública amenazan con comprometer la salud de buena parte de la sociedad. Por no mencionar la pérdida de credibilidad que sufren las instituciones que las promueven.
¿Quién se mueve en el campo de la investigación en materia de alimentación?
El campo de la investigación científica en materia de alimentación está cubierto tanto por instituciones privadas como públicas. La independencia y ausencia de intereses económicos de estas últimas las convierte en organismos fiables que garantizan la veracidad de los resultados de sus investigaciones y, consecuentemente, la seguridad de los consumidores en materia de alimentación. Esto, en un mundo construido alrededor de la confianza, es tremendamente importante.
En España, la mayor institución pública dedicada a la investigación es la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas o CSIC. Está adscrita al Ministerio de Economía y Competitividad, a través de la Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, y su principal objetivo es el de desarrollar y promover investigaciones en beneficio del progreso científico y tecnológico, para lo cual está abierta a la colaboración con entidades españolas y extranjeras, así como con el sector privado.
Según su Estatuto (artículo 4), el CSIC tiene como misión el fomento, coordinación, desarrollo y difusión de la investigación científica y tecnológica, de carácter pluridisciplinar, con el fin de contribuir al avance del conocimiento y al desarrollo económico, social y cultural, así como a la formación de personal y al asesoramiento de entidades públicas y privadas en esta materia.
¿Cuál es el papel del CSIC y por qué es importante para que comamos bien y sano?
El papel del CSIC en la política científica y tecnológica del país es esencial. Su actividad abarca desde la investigación básica hasta el desarrollo tecnológico y se organiza en torno a ocho áreas científico-técnicas distintas, entre las que se encuentra el Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos, a la que hoy nos acercamos hoy nos acercamos en un intento por explicar su funcionamiento.
Al ser un organismo público financiado en su mayor parte por el Estado, el CSIC es independiente del sector privado y está libre de dirigir sus investigaciones en función de los intereses que este último pudiera tener. Esto supone una garantía para los consumidores y para que, en materia de alimentación, comamos bien y sano.
¿Cómo funciona el Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos?
El Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos trata aspectos que abarcan desde la salud y bienestar en relación al consumo de alimentos, hasta la producción y/o aptitud de las materias primas, pasando por los eslabones de transformación y conservación de alimentos propiamente dichos. También estudia la reutilización de coproductos o subproductos que pudieran derivarse durante los procesos de producción, transformación o elaboración de los alimentos.
Para entender un poco mejor el funcionamiento interno del Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del CSIC hemos hablado con Tomás García-Cayuela, Doctor en Ciencias de la Alimentación ubicado en el Departamento de biotecnología y microbiología de alimentos del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación o CIAL, uno de los muchos brazos de actividad del CSIC.
García-Cayuela nos cuenta que "el estudio de los alimentos es un área en constante evolución. Conforme se acumula el conocimiento la ciencia se refina y conceptos que se consideraban definitivos dejan de serlo. No obstante, las pruebas aleatorias tienen poca validez y no son más que parte de un rompecabezas que hay que armar para ver el todo con claridad".
Asimismo hace hincapié en la importancia de trabajar en base a la evidencia científica que aportan los meta-análisis o conjunto de estudios científicos sobre una pregunta concreta a la hora de formular conclusiones definitivas. También nos habla de lo riguroso que es el proceso de publicación de cada estudio por separado, que es examinado con lupa por la revista científica en la que se publica antes de ver a la luz.
La prostitución profesional es un problema del que el consumidor no está libre al 100%, pero eso va con cada individuo. García-Cayuela comenta que la reciente noticia sobre la industria del azúcar no le ha pillado por sorpresa pues, aunque la mayoría de científicos trabajan con los intereses de la población en mente, también los hay que anteponen los propios a cualquier otro sin importarles las consecuencias.
¿Se puede garantizar la protección de los intereses de los consumidores?
En base a todo lo anterior, podríamos decir que hay una fina línea entre la ciencia y la industria y que es inevitable que científicos y sector privado trabajen juntos. Los científicos dependen de la industria de los alimentos porque es la que los provee de los materiales para hacer los experimentos.
Pero la relación debe ser transparente y los resultados (siempre basados en metanálisis) claramente explicados. De esta forma, los consumidores dispondremos de información veraz sobre la que basar nuestras decisiones en materia de alimentación y tendremos garantizada la protección de nuestros intereses.
Imágenes | Saludand y banoootah_qtr en Flickr
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