Como agua de mayo, aunque ha llegado bastante antes, han caído cientos de litros de lluvia en varias zonas de Andalucía durante los meses de febrero y marzo. Unas lluvias, en algunos casos desproporcionadas para la época del año, que han paliado parte de los efectos de la sequía que azota al campo andaluz.
No está la situación encauzada del todo, aunque los embalses de la cuenca del Guadalquivir ya presentan una situación que se considera fuera de riesgo. Todo ello, como es evidente, sirve de alivio al gran protagonista de la agricultura andaluza: el olivo.
Convertido en caballo de batalla entre clientes, productores y distribuidores, el precio del aceite de oliva ha tocado máximos de los últimos años, acercándose y superando con facilidad en tienda los 10 y 12 euros, algo impensable hace unos años.
La realidad, aunque suene irónico, es que hablábamos de una tormenta perfecta en la que el campo no es que solo no tuviera agua, sino que se daba otra condición climática especialmente cruenta para que España presentase guarismos de producción especialmente bajos. Hablamos de 666.000 toneladas para la campaña 2022/2023, que supone apenas la mitad del consumo nacional habitual.
Aunque el aceite había tenido la suerte de venir de una cosecha 2021/2022 generosa, lo que permitió que el precio no se disparase tanto, sí se enlazó con también una cosecha no muy generosa en este 2023/2024.
Algo mejor, debido a las lluvias de otoño, que permitió que ahora estemos en apenas 846.000 toneladas de aceite de oliva producido, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. La situación, por tanto, se alivia pero no se soluciona porque los precios del aceite sigue altos.
Un período crítico para el precio del aceite de oliva en los próximos meses
Hay varios factores, como ya te explicamos en DAP, que siguen coleando como el aceite almacenado, así como el cuello de botella que se produce en el sector y que derivó en un aumento de cierta especulación, aprovechando que el precio del aceite se había puesto por las nubes en origen.
Sin embargo, que ahora haya llovido a comienzos de 2024 no asegura que la campaña vaya a ser para tirar cohetes. O, al menos, no de momento. A partir de los meses de abril y mayo, el aceite de oliva vive un período tanto o más crítico que la ausencia de lluvias: la floración.
Como sucedió en 2023, el riesgo de olas de calor en las zonas productoras podría aparecer de nuevo en esta campaña, que supondría quemar las flores del olivo –que serán las que luego den el fruto–. Por este motivo, aunque cabe esperar una cosecha más generosa gracias al agua, también hay que mantener los pies en la tierra esperando que el calor no abrase las flores y la cosecha se resienta.
Además, no solo sucede esto. A pesar de haber llovido más, el olivo también necesita 'regenerarse' en cierta medida. Conocido por la vecería, donde un año ofrece una buena cosecha y otro año una cosecha más mediocre, el olivo de 2024 necesita recuperarse del estrés de 2023 y concentrar también sus esfuerzos en generar nuevas ramas, pues no dedica toda su energía solo a la producción de aceituna. Por este motivo, el fortalecimiento del árbol también supone una menor productividad de la aceituna.
No obstante e insistimos, todo esto puede cambiar en función del tiempo y que de nuevo 2024 tenga una campaña regular y los precios del oliva apenas se muevan. Pero para eso habrá que esperar unos meses.
Imágenes | DAP