El tempe puede ser una alternativa vegetal al filete de carne, ya que su textura es muy similar a la de ésta. El tempe es el resultado de la fermentación del grano de soja por medio de un moho (Rhizopus oligosporus), que se encuentra en la misma raíz de la planta. Este producto se originó hace cientos de años en la Java central y del este. Pasó a ser el alimento más popular en Indonesia y a partir de 1975, está despertando un gran interés en occidente.
Puede servirse como plato principal o como un ingrediente más en otros platos como ensaladas o en canapés. Por su versatilidad, lo podremos preparar frito, estofado, al vapor, rallado, troceado e incluso cocinarlo en el microondas. Se puede encontrar en tiendas de comida macrobiótica, herboristerías y cada vez más en comercios al uso. Su presentación suele ser envasado en botes al vacío, cortado en filetes y previamente hervido; también lo hay empaquetado en bolsas, con lo que será necesario hervir la pieza entera aunque no se vaya a consumir toda, manteniendo el resto en una bolsa en la nevera no por muchos días.
El tempe posee un 19,5% de proteínas de gran calidad, está libre de colesterol y sólo contiene un 7,5% de grasas, casi todas no saturadas y aporta 175 calorías cada 100 gramos siendo muy digestible. Sintetiza ácido nicotínico y vitaminas del grupo B, sobretodo B12 (importante para la formación de glóbulos rojos) de la que está falta la dieta vegetariana, 100 gramos de tempe contienen un promedio del 120% de la dosis diaria recomendada de vitamina B12. Asimismo, contiene agentes naturales antibacterianos que actúan como antibióticos contra algunos microorganismos patógenos; a su vez estimula el crecimiento y preserva biológicamente activa la vitamina E.
Es por todo ello que los indonesios le atribuyan cualidades terapéuticas más que demostrables, sobre todo intestinales.
Pues nada, creo que habrá que probarlo.
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