La Barcelona Wine Week, el mayor evento profesional del vino de calidad en España, ha cerrado su tercera edición con récords de bodegas, de asistentes y de reuniones cerradas entre bodegueros e importadores.
El reto, surgido al amparo de Alimentaria, y que ya ha cogido vuelo propio ha supuesto la piedra de toque para consolidar un modelo público privado de colaboración que, además, invita a abrir los ojos.
Bajo un mensaje que apuesta por desterrar el mito del calidad-precio como valor diferencial de un vino, la Barcelona Wine Week también ha servido para comprobar lo que el consumidor extranjero pide, conoce y, sobre todo, quiere saber.
Con menos complejos y con más conocimiento, la feria además cita a grandes bodegueros, catas de vinos que han logrado las máximas puntuaciones de la crítica, maridajes y, como telón de fondo, una idea recurrente: vender calidad, no calidad-precio.
Adiós a la calidad-precio
Resumido de manera muy coloquial, el vino español tenía —y tiene— el sambenito de la calidad-precio como su ley. Es decir, vender un buen producto a precios asequibles. No es que ser asequible sea malo de por sí, pero sí lo es si lo convertimos en el único argumento de venta.
Es decir, hay que saber que no solo somos simpáticos, sino que también somos guapos. Y eso se consigue sabiendo vender y apartando los prejuicios del precio como motivo de compra, pues con eso nos estancaremos a nivel vitivinícola en los lineales de supermercado.
Un cava sin complejos
El cava no es champagne, pero no tiene que serlo. Han sido muchas las ponencias enfocadas a dar la importancia al cava que realmente se merece, pues es uno de los grandes embajadores del vino español en el extranjero, y además no debe ir comparándose con el vecino francés.
Cavas de elaboración integral, cavas con capacidad de maridar con cocina oriental, pequeños productores, grandes casas, apuestas en ecológico… El cava tiene una identidad propia dentro del espumoso español que debe apuntalarse y competir con sus propias armas, no emulando a otros vinos similares.
Más nombres propios
Son más de 800 las bodegas que han participado en la Barcelona Wine Week, lo cual supone alrededor del 15% de las bodegas totales que existen en nuestro país, pero también es hora de que hablemos un lenguaje internacional del vino de calidad como recomienda Álvaro Palacios, uno de los hombres que ha conseguido posicionar más arriba a nivel mundial sus vinos de Rioja y Priorat.
Para ello, igual que hacen en Bierzo, refuerza la idea de seguir la senda francesa de las nomenclaturas del vino de calidad y que sepamos vender parcelas, parajes, pueblos o viñas seleccionadas y se las dote de valor y nombre, para que se puedan identificar con facilidad y que sean testimonio del legado vitivinícola que tenemos en España. Algo que también pasa con los Single Vineyards riojanos o con los Vins de Finca Qualificats de Cataluña.
Hacer caso al extranjero
La Barcelona Wine Week también sirve para que desde fuera nos reconozcan, lo cual denota una cierta tristeza del complejo del vino español que tiene más predicamento fuera de nuestras fronteras que dentro. Aunque se van sacudiendo esas teorías, la realidad es que el extranjero se sigue fascinando con la variedad de vinos y territorios que España recoge.
También, como insistíamos, se maravilla con que pueda encontrar tesoros enológicos a precios que en otros países resultan irrisorios. Por este motivo, abrirse al exterior y comprobar lo que dicen de nosotros personas como Tim Atkin, uno de los gurús del vino, o cómo abre la puerta la guía de Robert Parker a través de su interlocución en España, son claves para saber que ni somos feos ni somos antipáticos —enológicamente hablando—.
Salir de los clásicos
Rioja es una locomotora de indudable fuerza, como también lo supone Cava, a las que secundan denominaciones de origen como Ribera del Duero o Rías Baixas, pero hay una España más allá con sus singularidades que también tiene crédito internacional y que desde fuera se demandan.
Proteger viñas viejas, hablar de terruño con sinceridad y comprender que el vino es cultura son parte de los argumentos que avalan que el sector español tiene mucho que contar y que aún estamos a tiempo para hacerlo.
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Chef y sumiller como embajador de la Marca España
Los restaurantes fuera de nuestro país son la piedra de toque para darse a conocer y servir de cabeza de puente para que el producto luego se expanda. Ejemplos como el del chef José Pizarro o el de Nacho Manzano en Londres con Iberica son la prueba real de que hay un interés por lo español que puede ser correspondido.
A partir de ahí, crecer y seguir proveyendo calidad sin pensar en el precio, sino en el valor de los productos que se exportan y que hacen que el interés por lo español siga en aumento.
La coexistencia entre grandes marcas y pequeños productores
"No todo lo grande es malo, ni todo lo pequeño es bueno", fue una de las sentencias del sumiller Roberto Durán, que ejerce su tarea enológica en el restaurante Pall Mall 57 de Singapur. "Para mí tiene más mérito hacer bien dos millones de botellas a buen precio que hacer 1.000 botellas inalcanzables", explica.
Con ello también apuntala una realidad: el volumen cuando está bien hecho es necesario y, además, es la puerta de entrada de que otros productores luego aprovechen esas sinergias. Sobre todo cuando hablamos de intentar entrar en restaurantes de otros países y no hay producción suficiente para hacerlo.
Imágenes | Barcelona Wine Week
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