Hace unos días estuve de viaje visitando el archipiélago de Malta formado por las islas de Malta, Gozo y Comino dentro de un blogtrip internacional llamado #Maltaismore. Entre los bloggers asistentes había italianos, franceses, alemanes, británicos y españoles, que escriben sobre moda, tendencias, viajes, lifestyle y gastronomía. En este artículo quiero contaros mi visión como un paseo gastronómico y turístico por Malta.
Lo primero que tenemos que hacer es situar este archipiélago, situado entre Italia y Túnez por lo que tanto su clima como también su gastronomía son mediterráneos, por lo que los viajeros no notarán grandes diferencias entre su cocina y la que hacemos nosotros habitualmente.
Lo que sí se nota son las influencias de los países que han ejercido su control sobre Malta a lo largo de la historia, por lo que encontramos rasgos de la cocina mediterránea, árabe y británica, así como parecidos con las cocinas griegas e italiana por razones de vecindad. Quizás recordéis que os hablé hace tiempo de la cocina de Malta cuando asistí a un curso hace unos meses.
En este post, os quiero contar cómo puede ser la experiencia para un viajero que acuda a las islas para practicar su inglés, para disfrutar de sus aguas azules durante unos días o para visitar este país cargado de historia. Los mercados de alimentación, las terrazas, los cafés y los restaurantes os deleitarán con la calidad y frescura de los productos y la buena mano que tienen al combinar especias y condimentos.
Si queréis, os recomiendo que leáis la experiencia de Sergio Parra, uno de mis compañeros de viaje, que lo contó en dos artículos en el Diario del Viajero. Yo os cuento mi experiencia desde un punto de vista de la gastronomía.
Al llegar a Malta, nos dirigimos a la capital La Valeta donde estaríamos alojados en el Grand Hotel Excelsior. Allí nos esperaba un centro de frutas y una botella de vino de Malta como bienvenida. Como habíamos llegado tarde y ya estaba cerrado el restaurante del hotel, pedimos unos sándwiches al servicio de habitaciones descubriendo que los precios eran sorprendentemente baratos.
Había que tomar fuerzas para el día siguiente ya que íbamos a tener un programa muy apretado para descubrir por qué Malta es más, en muy pocos días. El programa comenzaba con una visita a la vecina isla de Comino y la pequeña Cominoto que delimitan el famoso lago azul o Blue Lagoon. Fijáos en los diferentes azules de las aguas. Una preciosidad.
Allí pudimos estar un rato contemplando las aguas de la isla, tomando el sol y nadando un rato o practicando snorkel, para dirigirnos a continuación hacia la isla de Gozo, la más gastronómica de las tres principales. En la isla, nos dirigimos al restaurante Ta Mena Estate, donde tendría lugar una competición de cocina entre los bloggers de las distintas nacionalidades. Después, nos comeríamos la comida que habíamos elaborada para el concurso.
El juez de nuestra contienda fue el chef George Borg que encargó a cada grupo que hiciera un plato de la cocina local, dándonos las correspondientes instrucciones. Los italianos tuvieron que preparar una especie de pizza maltesa, deliciosa, elaborada con queso fresco y tomate.
Los franceses hicieron una sopa de verduras, los británicos se encargaron de un pollo relleno de salchichas y los alemanes prepararon una ensalada y la macedonia para el postre. A nosotros nos encargaron de hacer unos calabacines rellenos de carne y verduras.
El juez, que además es autor del libro de cocina The Gozo Table, tras probar todos los platos decidió que el que estaba mejor elaborado fue el plato que habíamos elaborado nosotros, y dejó en segundo lugar al equipo de los franceses. Menos mal porque yo era el único food blogger, y los ingleses habían preparado un pollo delicioso.
El premio para los ganadores fue un trofeo hecho con vidrio soplado de Malta, el libro de cocina del que os he hablado y una cajita con aceite de oliva virgen extra de Gozo, sal procedente de sus salinas y unos tomates secados al sol.
Deportes
No creáis que habíamos comido tanto para quedarnos quietos. Como tenían mucho que enseñarnos este primer día, casi sin tiempo de reposar la comida, salimos hacia la isla de Comino, donde haríamos un recorrido en bicicleta de montaña, después haríamos escalada y descenso (absailing) y podríamos practicar con el kayak.
Todo ello tuvo lugar en muy poco tiempo por lo apretado del programa, pero suficiente para ver las posibilidades que tiene el archipiélago de Malta en cuanto a oferta turística. Además casi sin tiempo para recuperarnos, había que regresar a la ciudad vieja o Citadel para disfrutar de una cena (merecida tras el deporte) en el restaurante Ta Rikardu.
Este restaurante, situado en la parte alta de la ciudadela, ofrece a mi gusto lo mejor de la gastronomía local: platos tradicionales como los quesos frescos y curados que sirven con sabrosísimas aceitunas y tomates, o los guisotes de conejo y de cabrito con los que repusimos fuerzas inmediatamente. Además probamos la cerveza local, Cisk, una lager con bastante cuerpo.
Agotados tras el intenso día, regresamos a la isla de Malta en un ferry para descansar y recuperarnos. Al día siguiente visitaríamos un pueblo de pescadores y su mercado callejero, comeríamos en Don Berto, visitaríamos la Blue Groutte, haríamos un recorrido histórico por la capital y por la noche tendríamos la fiesta y entrega de premios. Todo esto os lo contaré en la segunda entrega.
Espero que este primer capítulo del paseo gastronómico y turístico por Malta os haya resultado interesante, más allá de lo bello de las imágenes y os sea útil si decidís viajar a este país europeo tan apetecible.
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