A todos nos ha pasado en más de una ocasión: salir a comer o cenar, pedir un plato con grandes expectativas y terminar defraudados. Ocurre también a la hora de la compra, con productos frescos que terminan siendo una decepción. El gasto de dinero que se echa a perder nos enfada como consumidores y clientes, pero, ¿no tenemos a veces nosotros mismos la culpa de recibir un mal plato? ¿Deberíamos los clientes tener un poco más de cabeza a la hora de elegir la comida?
Por supuesto que el hostelero o el vendedor tiene la máxima responsabilidad sobre aquello que sirve y vende, pero a veces no puedo evitar pensar que los clientes en ocasiones pedimos peras al olmo. Siempre me acuerdo de un conocido que vino de su viaje de Praga quejándose de que allí se comía fatal porque la paella que pidió en un supuesto restaurante español estaba malísima. Pues para mí la sorpresa hubiera sido que estuviera buena, sinceramente.
Me parece que nos hemos acostumbrado a tener todo lo que nos apetezca en todo momento, y luego pasa lo que pasa. En una ocasión durante algún evento, un conocido chef comentó que, a pesar de que intenta que la carta de su restaurante siga la temporada de productos, se veía obligado a incluir tomate en entrantes y ensaladas porque los clientes casi lo exigen. Pero se nos olvida que el tomate es un producto de primavera y verano, y luego nos quejamos indignados si la ensalada en diciembre es insípida.
Hace poco en el mercadillo una señora comentaba a la vendedora que menos mal que los melones ya tenían un precio decente, porque en enero se los cobraba carísimos. Claro, igual que las cerezas que veo a veces en Navidad, que parecen de oro. Productos fuera de su temporada, a precios elevados y encima con un sabor más que cuestionable, ¿por qué los seguimos comprando? Si es que hay veces en las que todo parece indicar que va a salir mal, pero nos empeñamos en desafiar a las circunstancias.
Probablemente ese plato de foie a un precio sospechosamente bajo en un bar con aspecto cutrecillo no va a estar bueno. Sé que las primeras fresas son una tentación, pero quizá enero es una fecha algo temprana para que tengan buen sabor. Si estás en Málaga ignora ese plato del día de fabada asturiana, y olvida la supuesta paella valenciana auténtica cuando salgas fuera de España.
Sí, nos seguiremos encontrando con sabores decepcionantes al salir a comer fuera, pero nos evitaríamos más de un disgusto si pusiéramos un poco de cabeza a la hora de pedir ciertos platos o comprar determinados productos.
Imágenes | Pixabay
En Directo al Paladar | Como consumidores, ¿nos dejamos llevar por los prejuicios?
En DIrecto al Paladar | Mis problemas para salir a comer fuera y la política de no sustitución de algunos restaurantes