Puede que se te haga raro pensar en visitar el acueducto de Segovia y que pinos, robles y encinas sean el paisaje por el que moverse. Arquetipo de la ingeniería civil y uno de los elementos mejor conservados de la arquitectura romana en la península, el acueducto de esta capital castellano-leonesa es uno de los elementos más representativos de las obras hidráulicas dentro de nuestro país.
Sin embargo, sería un error quedarse solo con el tramo final, de sobra conocido, que servía para abastecer de agua a Segovia hasta la década de los años setenta. Casi 1.800 años de uso que sirvieron para, utilizando al río Acebeda, llevar agua a la población segoviana y que, como es evidente, no se queda solo en ese tramo final que tantas veces hemos visto.
Si eres un amante del turismo activo, de Segovia, del legado romano y de las obras hidráulicas, tienes la suerte de no tener que contentarte con este portento de la ingeniería que durante 17 kilómetros guiaba al agua fresca por una pendiente media del 1%, lo suficiente como para que el agua fluyera por sí misma.
Por eso, lo que hoy os recomendamos es que os atreváis a conocer el Azud del Acueducto, el punto que a esos 17 kilómetros, da comienzo a la construcción y que nos permiten alejarnos un poco del casco urbano para descubrir en plena Sierra de Guadarrama el particular inicio de esta obra.
Enclavado en una zona de media montaña, entre bosques de pinos, robles y encinas, la ruta se puede hacer tanto a pie como en bicicleta de montaña, comenzando en el pantano de Puente Alta –a nueve kilómetros de Segovia–, cuya ruta discurre en gran medida por la Cañada Real Soriana Occidental.
Ahí es además donde también coincide con los montes de Valsain hasta llegar al comienzo de la canalización del acueducto, ya en el valle de la Acebeda, que será el que dé nombre al río donde comienza la captación de aguas.
Aquí ya no solo vas a encontrar naturaleza, sino también el primer paso de las balsas de decantación y las compuertas que guiaban el flujo de agua, piezas de un complejo sistema hidráulico que no solo permitía controlar el caudal, sino también la limpieza de las aguas.
Dos rutas se pueden descubrir de esta manera, una más accesible de cuatro horas y otra algo más compleja, de siete horas, que requieren una forma física media, siendo no aptas para caminantes esporádicos.
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