Las endibias y la escarola son dos hortalizas muy invernales que levantan tantas pasiones como fobias, principalmente por ese sabor amargo que las caracteriza, pero que las hace verdaderamente irresistibles para el que disfruta con ellas.
Típicamente invernales y muy versátiles, este par de alternativas para nuestros aperitivos, entrantes o crudités, además de si las utilizamos en ensalada, pueden dar mucho juego por el tono amargo y su textura.
Aunque personalmente lo que más me convence de ellas es el punto crujiente que tienen, pues ofrecen cierta resistencia en la mordida que las hace ideales para consumir solas o como snack, es cierto que ofrecen muchos más registros.
Sin embargo, es habitual que una mala conservación en casa suponga arruinar su textura y también su sabor. Algo que también le pasa a la lechuga y a otras hojas verdes, ya que son especialmente perecederas por tener una gran cantidad de agua.
Por este motivo, tanto las endibias como las escarolas deben ser consumidas a la mayor brevedad posible. Aún así, también es importante saber dónde guardarlas, pues a veces la nevera también puede debilitarlas.
En cualquier caso, no es el frío el peor amigo de las endivias o de las escarolas, como nos enseñó Karlos Arguiñano en su libro El menú de cada día, editado por RTVE y Ediciones del Serval a principios de los años 90 y donde ya apuntaba lo que debíamos hacer con estas verduras.
Menu de cada dia, el
Su opción pasaba por guardarlas en un lugar oscuro, pues un exceso de luz (tanto natural como artificial) supone que empiecen a cambiar de color y también que sus hojas se empiecen a abrir, lo cual se cargaría por completo el sabor, forma y color de estas pequeñas joyas invernales.
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