El ritmo de vida actual es completamente caótico. Entre trabajo, niños, facturas y demás preocupaciones mundanas, poco tiempo nos queda para nosotros mismos. Tiempo. Es precisamente la falta de este la que hace que nos olvidemos de aspectos tan esenciales como nuestra salud; y es que, en un día a día a contrarreloj, cosas tan importantes como la comida pasan a un segundo plano.
El estrés cotidiano nos aleja de la esencia de una buena gastronomía.
Los malos hábitos alimenticios hacen que actualmente contemos con mayor tasa de problemas de obesidad, además de problemas derivados de una falta de nutrientes, tales como cardiopatías o enfermedades digestivas e intestinales. Pero, además, este estrés cotidiano nos aleja de la esencia de una buena gastronomía, disfrutar de la inmensa variedad de matices y sabores diferentes, y, sobre todo, apreciarlos con calma, rodeados de los nuestros.
No parece mal momento para hacer un alto en el camino y ver qué estamos haciendo mal. Hay una forma más sana de comer, y no está tan lejos de nosotros. Movimientos como el Slow Food ya emprendieron la lucha contra este estilo de vida a finales de los 80. Surgió para contrarrestar la presencia de las cadenas de comida rápida, dando valor a los productos tradicionales, locales. No obstante, Slow Food no es sólo una recuperación de las buenas tradiciones. No se trata únicamente de comer un buen puchero casero. No. Los beneficios de este estilo de vida van más allá:
Disfruta de cada bocado y descubre sabores nuevos
Los ingredientes naturales cuentan con una amplia variedad de matices que en ocasiones no sabemos apreciar.
Si nos detenemos en las máximas u objetivos del Slow Food, nos encontramos con cosas tan interesantes como el fomento del buen masticar. Sí, esta filosofía nos recuerda que, si nos tomamos nuestro debido tiempo para masticar lentamente la comida, sin prisas, a nuestro ritmo, lograremos hacer una buena digestión.
Esto se traduce en una mejor absorción de los nutrientes, un mejor tránsito intestinal o una piel más luminosa, entre otros beneficios. Una buena digestión impide, además, que en nuestro organismo se acumulen impuerzas tóxicas. Deja de correr y saborea cada bocado.
Además de buenos hábitos a la hora de comer, el Slow Food nos recuerda lo necesario que es fijarnos en los ingredientes y alimentos que estamos consumiendo ¿Has pensado alguna vez en el sentido del gusto? Los ingredientes de origen natural cuentan con una amplia variedad de matices que en ocasiones no sabemos apreciar. Verduras directamente cogidas de la huerta, pescado o carne fresca de primera calidad, pueden convertirse en una auténtica explosión de sabores en nuestro paladar. Menos kétchup y más tomate natural. No busques derivados o imitadores, consume originales y naturales que puedan aportar los nutrientes necesarios a tu cuerpo.
Slow Food para mejorar relaciones
Este movimiento no se centra únicamente en la salud física, también rescata otro concepto importante que muchos hemos olvidado, el punto de encuentro a la hora de comer. Antiguamente, comer o cenar era el momento perfecto para compartir con amigos y familias nuestras vivencias, nuestro día y nuestras inquietudes. Slow Food significa también eso, recuperar parte de esta comunicación perdida pasando más tiempo con los nuestros. Aprende a priorizar en la vida e invierte tu tiempo en aquellas cosas que te hagan feliz.
Ante todo esto, podemos ver, una vez más, que lo importante no es alimentarse, lo importante es nutrirse. Todo un proceso. Escoger alimentos saludables, cocinarlos y disfrutarlos en familia, lentamente y sin prisas, nos reportará más salud física y mental.
Cómo maridar tus platos Slow Food
Es evidente que una comida lenta, llena de sabores delicados, debe estar maridada por una bebida capaz de respetarlos. La combinación perfecta es aquella que te permita saborear y disfrutar con todos los sentidos, tanto la comida como la bebida.
La cerveza es una excelente opción. Siempre con matices. A destacar, debe ser una cerveza:
Lo suficientemente ligera para los platos más suaves.
Capaz de limpiar el paladar.
Refrescante en cada trago.
Con el cuerpo necesario para acompañar a los platos con mayor sabor.
Alhambra Reserva Roja se define como una cerveza para degustar con calma, sin prisa, con el fin de diferenciar sus matices e ingredientes. Algo que, como vemos, encaja con lo que buscamos.
Una cerveza Slow Food debe ser una bebida todoterreno, capaz de encajar con platos de ingredientes contundentes y otros con toques más suaves. Alhambra Reserva Roja podría encajar, pues como asegura Cervezas Alhambra, cuenta con una dualidad muy interesante. Su color rojizo y el primer sorbo te traslada a las cervezas tipo bock; y es que se trata de una reinterpretación de las cervezas centroeuropeas. No obstante, no podemos olvidar que se rige por procesos de fermentación lager, algo que asegurará un líquido mucho más ligero.